The Closer

En el béisbol, la figura del closer (o cerrador, como dicen en Latinoamérica y prefieren las agencias de prensa aquí en España), el pitcher que sacan los equipos en la novena y última entrada de los partidos apretados para eliminar a los 3 últimos jugadores e irse a casa con la victoria, ha tomado una relevancia casi mística, gracias, en parte a nombres como los de Eric Gagne o Mariano Rivera.

Y en otra buena parte, al márketing asociado a la palabra. Repítanla para sus adentros. The Closer. Suena al nombre del héroe de una película de acción. O incluso el del villano indestructible. Suena al especialista que ante un enorme problema, aparece y lo resuelve de manera instantánea y plúmbea.

La palabra tiene halo porque se aprovecha del énfasis que ponemos en el final de las cosas, la gloria del vencedor, la importancia del último tiro. Y cada vez se usa más y más en los corrillos baloncestísticos. Nos encanta pensar en el último tiro. Con el reloj apretando. Y con el mejor jugador, a poder ser. Y no para agrandar una figura, sino para vilipendiar al blanco preferido en la NBA. Anoche, tras la derrota en el cuarto partido contra Philadelphia, otra vez se ponía la maquinaria en marcha. LeBrick (¿LeDrillo? ¿LePiedra? adaptado cutremente al español) se convertía en trending topic en Twitter. Los habituales, con Skip Bayless a la cabeza, se disponían a atizar.

Y sus compañeros lo corroboran La semana pasada, Sports Illustrated dio a conocer los resultados de una encuesta realizada entre 166 jugadores de la NBA, para conocer a quien quieren ver tirando el último balón del partido. Kobe Bryant domina con un 74% y le sigue Durant con el 8%. Wade, Nowitzki, y Allen también aparecen. LeBron, no. Ni un solo voto al, posiblemente, mejor jugador de la NBA.

La decisión es unánime. LeBron James no es un closer.

Dos preguntas. ¿Seguro? ¿Pasaría algo si no lo fuera?

Empezamos por la segunda. Si el closer se mantiene en el béisbol, no es por su eficacia, ya que la técnica ya ha sido demostrada inútil de manera estadística. Entonces, ¿por qué sigue existiendo esa figura? Es el factor psicológico, el poder identificar a uno de tus jugadores con el momento decisivo, con el final feliz, con el factor añadido, del miedo imbuido en el enemigo. O incluso, en el caso contrario, para poder echar la culpa a alguien.

Pero para que el closer pueda salir a ganar un partido en la novena entrada, sus bateadores tienen que haber conseguido más carreras que las que han permitido sus compañeros de bullpen al equipo contrario. Durante 16 ó 17 entradas disputadas, 9 o más bateadores y por lo menos un lanzador, tienen que haber hecho su trabajo para poder glorificar una noche más a la estrella del rock. Un closer jamás ganará un partido solo.

LeBron James es excelente durante todo el partido. Con los dedos de una mano se pueden contar los jugadores que habrían podido llevar a Miami al segundo puesto en el Este si lo reemplazaran. Si de verdad es un jugador tan horrible en el último minuto, la solución es fácil, su GM se tiene que encargar de rodearlo de jugadores que sí lo sean, que sepan terminar el trabajo en los partidos en los que James no ha sido capaz de dirigir a su equipo con superioridad insultante. Nadie se acordó de estos problemas cuando gracias a él aplastaban a Lakers el día de Navidad. O cuando por fin ganaron, y de 23, a Boston.

Pero, ¿de verdad LeBron James no es un closer? O mejor dicho, ¿existen los closers en baloncesto? Puede que su tiro de larga distancia no sea fiable. Que como muchos creen, en el último minuto no busca la línea por miedo a fallar tiros libres con su porcentaje bajo par. Pero es que, a LeBron, todos los fallos se le cuentan en el «haber», nunca en el «debe», como sucede con otros. Una verdad a medias repetida mil veces, se convierte en dogma de fe, y solo oímos hablar de los fallos de unos y los aciertos de otros.

A Henry Abbott de la ESPN se le ocurrió mirar los números en enero de este año, y viendo todas las situaciones en las que un jugador tiraba a canasta los últimos 24 segundos con su equipo empatado o perdiendo de 1-2 puntos se encontró que en los 15 años, Kobe Bryant es el jugador que más tiros de este tipo ha anotado. Algo fácil cuando has tirado 24 veces más que el siguiente que más lo ha hecho (Vince Carter). Algo feo cuando a pesar de tirar 24 veces más, solo anotaste 5 más que él. Y algo horrible cuando tu porcentaje, un 31.3% se coloca como el 25º de los 30 que han tirado más de 30 tiros. LeBron es el 18. Ray Allen, otro de los elegidos por delante de él en la encuesta realizada, es el 19. Y esto sin tener en cuenta, que olvidando (muchos lo han hecho ya) el periodo de Smushes y Kwames, a Kobe siempre le ha rodeado gente mucho más capaz de quitarle presión, que cualquiera de los Cavaliers a LeBron.

Centrándonos en esta temporada regular, y echando un vistazo a las estadísticas publicadas por 82games.com que resumen el comportamiento de los jugadores cuando quedan 5 minutos por disputar del partido, y ninguno de los dos equipos se distancian en más de 5 puntos en el marcador, lo que podríamos llamar minutos decisivos, cuando aparece el gen clutch, hay empate técnico entre el Yin James y el Yang Bryant.

Kobe promedia 49.8 puntos cada 48 minutos decisivos por los 45.1 de James, pero LeBron tira menos, y lo hace de manera bastante más eficiente (0.6029 sobre 0.5391 en True Shooting %). James utiliza menos a sus compañeros, tanto como para crearse su propio tiro (un 23% de sus canastas en ese periodo son asistidas, ante un 27% para Bryant) como para pasarles (4.9 asistencias LBJ, 7.6 KB por 48 minutos decisivos). A cambio, rebotea mejor, tapona más y la pierde menos. Con LeBron en estos minutos, su equipo ha sido mejor que el rival por 0.33 puntos cada 5 minutos, y con Kobe 0.27. Y quedándonos en esta misma noche, la actuación de Kobe al final también ha dejado que desear. 0-3 en tiros de campo, 1-2 en tiros libres, solo 1 punto en los 5 últimos minutos. A la vista de estos números, ¿alguien puede decirme, realmente, por qué Kobe es indiscutible como el más decisivo y LeBron un paria?

No os voy a engañar, yo también me quedaría con Kobe al final de un partido. O incluso con Carmelo, el gran olvidado en el imaginario, pero rey en las estadísticas de este estilo. Incluso, ni siquiera lo eligiría a él en su equipo, sino a Wade. Pero es solo por sensaciones, por la confianza que me da, porque tengo mejores recuerdos de ellos. Pero basta con echar un vistazo a los números, para darnos cuenta que la percepción, y los ecos de lo que retumba en los medios de comunicación, a veces nos engañan.

Casi todos los jugadores NBA se comportan en los minutos finales de forma similar al resto del partido, pese a que no queramos creerlo. Por cada triple heroico sobre la bocina del que recordamos, hay dos fallos en partidos que no se guardan en el recuerdo, y que lo estampan contra el porcentaje medio de tiro del jugador. Michael Jordan, el jugador que a todos nos viene a la cabeza como infalible con el tiro ganador, anoto 33 de 58 intentos, un increible 56.9%, pero un aumento poco significativo sobre los 29 que hubiera anotado de haberse cumplido el promedio de su carrera. El mejor closer de la historia, apenas es un poco más efectivo que en el resto del partido.

Pero por algún extraño fenómeno, miramos con desconsuelo a LeBron por entrar tibiamente a canasta en una zona donde acierta el 72.1% de sus tiros, al mismo tiempo que pensamos que un tiro de tres de Kobe, de esos que solo mete un 32.3% de las veces en condiciones normales, con dificultad añadida, va a ser la panacea. Y la realidad es que un tiro final es como cualquier otro tiro. La aleatoriedad manda. Diantres, pero si Zach Randolph, con su etiqueta de ilustre perdedor habitual y de tirador de triples pútrido, metió uno en el momento más decisivo este sábado.

Pero nos encanta ver mitos y heroes caídos, recordar los desenlaces y revisitar la historia. Le hemos dado un rol especial al pitcher que sola y exclusivamente sale en la novena entrada con atronadora música de fondo, a pesar de que lo más inteligente sea sacar a ese jugador al campo, quizá antes, quizá después si el emparejamiento es desfavorable. Nos gusta más como suena The Closer, que el antiguo término que se usaba para referirse al lanzador final, Fireman (bombero). Y hace un tiempo, decidieron que les gustaba más bombero que, por ejemplo, eso, último lanzador. Si no hay épica, la inventamos. Y que importa que se sustente en algo.

Y por cierto, anoche, Rivera, el closer de los Yankees, el cerrador por excelencia, la deidad de la última entrada, se dejó empatar el partido por Baltimore. Y hace 4 días, en su actuación anterior, hizo lo mismo contra Toronto. Nadie es perfecto.

El cazador insaciable

Si cumple con sus promedios de la temporada (2.3 triples por partido), esta noche, Ray Allen se convertirá en el jugador que más triples ha metido en la historia de la NBA. Y puede ser delante de su afición, contra el mejor rival, los Lakers, con su némesis Kobe Bryant, contra el que tantas veces se las ha tenido tiesas. Con Kobe se volverá a encontrar en el Staples Center que le va a recibir en 10 días para participar en el concurso del arte que mejor domina, y también su décima aparición en el partido de las estrellas.

A pesar de que como el triple solo lleva instaurado en la Liga desde la temporada 79-80, y la historia del hito se reduce a un par de generaciones, no se le pueden quitar los méritos a un Ray Allen que dejará atrás a un Reggie Miller que puso el récord a una distancia más que decente, 2560 triples, en los 1389 partidos de 18 temporadas que jugó. Ray lo puede conseguir en 1074 repartidos por 15 temporadas, lo que le da un promedio por partido mejor que el de Miller: 2.4 frente a 1.8.

Ray Allen ha sido probablemente el escolta más infavalorado de la década que hemos pasado. El equivocado sambenito de jugador unidimensional (que una de tus cualidades sea excelsa no implica que sea la única) y el hecho de que no juegue por encima del aro le han distanciado de los grandes en la mirada del aficionado, más de los que él se merecía. Tampoco ayudó para ganarse el respeto de los puristas, que apareciera caracterizado como Jesus Shuttlesworth, un joven que podría haber sido él mismo, en la brillante película de Spike Lee He Got Game/Una Mala Jugada. Ahora la relación de las estrellas de la NBA con el mundillo artístico puede parecer lo más normal; hace tiempo, no lo fue tanto.

Es un anotador de facilidad pasmosa, la habilidad más difícil de poseer en un jugador, y lo ha mantenido durante toda su carrera. Su rango y posibilidades sin balón le hacen además perfecto para ser complementado, e incluso hacer mejor, a cualquier otro tipo de jugador: base dominante, anotador en el poste… Su defensa nunca ha sobresalido, pero tampoco ha caído por debajo de la media. De hecho, se emplea de manera notable cuando el emparajamiento saca lo mejor de él. Aún así, nos seguimos olvidando de él cuando damos nuestros candidatos al All-Star y a los All-NBA Team, o cuando nos dejamos llevar por el futuro prometedor de los jóvenes que aparecen en la Liga y nos olvidamos del meritorio pasado de los que además, todavía tienen presente. Kobe y Dwayne Wade aparte ¿hubieras preferido tener otro escolta en tu equipo estos últimos 5 años? Solo me podrías convencer, como mucho, con Brandon Roy y un escenario hipotético en el que Ginobili hubiera estado sano.

Mención aparte merece su brillante temporada 2004/2005, de calibre MVP, en la que llevó a un mediocre equipo de Seattle a los Play-Off donde pasaron a la segunda ronda. Y sin su traspaso a Boston, los Celtics, y por extensión, la historia reciente, serían muy diferentes ahora mismo, porque es posible que el traspaso de Garnett no hubiera seguido en el verano de 2008. Y no sabremos nunca si el Big Three habría vuelto a las Finales sin una de sus piezas… pero yo apuesto al no.

Cuando Ray Allen empezó en Milwaukee seguro que tenía su mirilla de tirador dirigida a la pieza más preciada: el anillo del campeón. Cuando los años pasaban, y mientras, se veía encerrado en unos Sonics de futuro confuso en los que seguía apilando logros de caza menor, seguro que se planteó si sería capaz de alcanzar un segundo reto por si el primero no llegaba. Y el objetivo primigenio se cumplió. Esta noche disparará como siempre a por el segundo. Y en junio querrá volver a por más. Un cazador siempre será insaciable por definición. Y ya tendrá tiempo de pensar en Springfield.

Mirando al 96

26 de junio, 1996, East Rutherford, New Jersey, lugar de celebración del que iba a ser el 50 Draft de la NBA con Philadelphia 76rs con el número 1 después de una desastrosa temporada con tan sólo 18 victorias y con esperanzas de cambiar todo con su elección.

El no.2 lo tenían los Raptors, un equipo que venía de ser uno de los pocos equipos que en el 95 ganó a los Bulls del 72-10 y con el Rookie del año, Damon Stoudamire,  pero que después de su primera temporada como franquicia en la NBA sólo pudieron ganar 21 partidos.

El tercer pick iba también para Canada, de la mano de los Vancouver Grizzlies, equipo recien estrenado y pagando la novatada siendo el peor de la liga ganando sólo 15 partidos.

Pero vamos a lo que nos interesa, el Draft en sí, los Sixers eligieron con el no.1 a Allen Iverson, un jugador que realmente consiguió lo que la franquicia de Phila buscaba, un cambio. El cambio fue tremendo y Iverson como todos sabemos se convirtió en todo un icono, por no decir los títulos de Rookie del año y MVP, llevando a los Sixers a las finales de la NBA. El impacto de Iverson en la Ciudad de la Campana fue brutal, tanto en el ámbito deportivo como en el social.

Los Raptors eligieron a Marcus Camby, un joven pivot que prometía mucho pero que poco duró en Toronto, aunque luego se vio su valía en los Knicks y Nuggets, donde ganó el premio a  Jugador Defensivo del Año. Pero sin duda no fue un buen pick para los Raptors.

La otra franquicia canadiense, los Grizzlies, decidieron ir a por otro pivot, Shareef-Abdur Rahim, que fue la estrella de los Vancouver Grizzlies durante los primeros años hasta que otro draft mandó sus derechos a Atlanta a cambio de los derechos de un español apellidado Gasol… Abdur Rahim fue otro de esos jugadores que una franquicia sabe explotar en su justa medida, aunque fue en los Hawks donde se consagró llegando incluso a entrar en un All-Star.

El número 4 fue a parar a los Bucks que eligieron a Stephon Marbury, aunque poco después moneda de intercambio con los Timberwolves que habían elegido en el 5 a Ray Allen, con esto Marbury acabó en Wolvs y Allen empezó su leyenda en los Bucks.

El no.6 fue para Celtics (vía Dallas), unos Celtics que estaban en plena fase ni fu ni fa, pero que eligieron a Antoine Walker. Este movimiento junto con la elección dos años más tarde de Paul Pierce, hicieron que los Celtics empezaran a remontar el vuelo con esta pareja.

Del 7 al 12 fueron para jugadores que no han tenido mucho impacto en la liga como el fallecido Lorenzen Wright, Kerry Kittles, Samaki Walker, Erick Dampier, Todd Fuller o el mítico Vitaly Potapenko.

La elección número 13 la tenían los Charlotte Hornets y para ello seleccionaron a un 2 de Lower Marion High School, es decir, a un chaval de instituto de 17 años llamado Kobe Bryant. Este chaval estuvo poco tiempo en los Hornets, sólo para la foto, ya que la noche anterior se había ‘pactado’ un trade que mandaba a Vlade Divac a los Hornets a cambio de esa elección de Bryant. Kobe despertaba al día siguiente siendo jugador de Los Angeles Lakers…

La siguiente elección en el draft fue para Kings, quienes optaron por Pedja Stojakovic, el cual hizo la de Ricky y aún paso 2 años más jugando en Grecia, mientras que el 15 fue para Suns que se hicieron con los servicios de un canadiense algo extraño llamado Steve Nash, en una decisión que fue muy criticada en Phoenix por el desconocimiento del tal Nash…

El 16 fue para Tony ‘Lambada’ Delk, mientras que en el 17, los Blazers elegían a un pivot que ha hecho buena carrera en la NBA y que aún sigue en ello, aunque con más promesas que otra cosa, Jermaine ‘El Otro’ O’Neal.

El resto de la primera ronda podemos destacar a gente como Zydrunas Ilgauskas que fue elegido por los Cavs en el 20 o al Reflexivo Derek Fisher, drafteado por Lakers en el 24.

La segunda ronda de este draft del 96 no dio para mucho más con jugadores como Jeff McInnis, Othella Harrington, Malik Rose o Drew Barry, pero si destacar a uno que no fue drafteado y que en ese curso hizo su debut en la NBA: Ben Wallace.

El del 96 fue un gran draft, probablemente uno de los 3 mejores (junto al del 84 y tal vez el de 2003), un draft que ha dejado 3 MVPs, 7 All-Stars, 7 jugadores dentro del quinteto ideal de la NBA, 2 ganadores del Jugador Defensivo del Año y tal vez uno de los 5 mejores jugadores de la historia…

Podríamos hacernos muchas preguntas por aquí… Y si Sixers hubieran elegido a Kobe (natural de Phila…)? Y si Hornets no hubiera hecho ese trade? Y si los Raptors o Grizzlies hubieran elegido a su compatriota Nash? Y si el cambio Bucks/Wolvs no se hubiera hecho?…