PO Desde El Sofá (XXIV): Uno para la historia

Estamos en tiempo de playoffs y como es ya habitual en La Crónica Desde El Sofá cada día tendréis una pequeña crónica de lo que hemos visto la noche anterior (o probablemente durante el día tranquilamente) y al final, el Sofi diario…

Los Warriors no juegan solamente por un anillo, que no tienen ni mucho menos conseguido aún, sino también por ser uno de los mejores equipos que hemos visto jamás. Para ello, a los 67 partidos ganados en Temporada Regular, se le tienen que sumar una de serie de momentos que puedan ser calificados de históricos en Playoffs, y un dominio aplastante de sus rivales. La victoria de ayer podría formar parte perfectamente de ese compendio imaginario de hazañas, al que todavía le quedan páginas por escribir, si es que tiene que ser.

Cuando creíamos que los Rockets tenían un bosquejo de cómo hacer las Finales de Conferencia competitivas, Golden State les cambió el tema de la composición. Un Steph Curry pletórico, que dejó 40 puntos en 24 posesiones de tiro, lideró a su equipo en Houston, dejando las Finales de Conferencia prácticamente sentenciadas, y debido a cómo se está desarrollando la situación también en el Este, la posibilidad de que estemos 8 días sin baloncesto antes de las Finales, empieza a vislumbrarse posible.

El primer cuarto de Golden State fue tan perfecto como creíble. No requirió de heroicidades, de actuaciones fuera de la norma, de ningún juego de espejos. Lo único chocante, tenía sentido. Entre ello, los 10 puntos de Bogut, obtenidos cómodamente, como jugador que menos atención recibía para lo cerca de la canasta que paraba. O lograr acabar sin ninguna pérdida, algo que, con lo delante que estuvieron de los Rockets en todo momento, tendría que haber sido un error no forzado.

Los Warriors jugaron con sentido, propósito y paciencia, esperando que los Rockets, obligados a cambiar en todo bloqueo a Curry, pero sin acierto ni acuerdo en cuando descambiar, o qué hacer con el resto, se descubrieran ellos solos. A veces costaba más, a veces menos, pero siempre acababa apareciendo una grieta por la que acabar en canasta.

En el otro lado de la pista, Harrison Barnes era el nuevo encargado de James Harden, que se tuvo que enfrentar a diferentes defensores, tratando de ofrecerle todos la misma opción: la parte derecha del ataque, y un hombre alto esperando. Después de dos partidos cocinando desde la media distancia, se acabó el gas de la bombona, y como cada vez que eso pasa, vimos los Rockets del ataque claustrofóbico, aquellos presa del pánico por haberse quedado sin espacio. Sólo Howard, que es poco más que un secundario en este ataque, causaba daño, pero no están acostumbrados a buscarle. El resto estaba todo más que controlado.

El segundo cuarto siguió por el mismo camino. Kerr les dijo en un tiempo muerto en la serie contra Pelicans que en Playoffs se gana con cerebro y corazón, y ayer no faltaron ninguna de las dos cosas. Enlazando coreografías perfectas con acciones más corajudas, la ventaja iba creciendo sin estridencias, a la par de la desazón de Houston, y el partido se veía silenciosamente sentenciado al descanso: 25 puntos de ventaja.

Y por si fuera poco, en el tercer cuarto, Steph, que ya se había cansado de manipular los cambios de Houston, de flotar como una mariposa cubierto por el Josh Smith de turno y descargar en Bogut cortando al aro, o cualquiera de los tiradores surtidos que esperaban su pase por fuera de la línea de 3, decidió pasar a picar como una abeja.

Curry metió 19 puntos en este periodo (4 de sus 7 triples), bailando sobre la tumba de los Rockets, tratando de hacer conversos en el público del Toyota Center, si acaso uno de los pocos lugares, por aquello de la rivalidad en torno al MVP, que no se han rendido a su cara de niño.

Mientras los Warriors puedan seguir jugando como si no fueran tan buenos cuando sí lo son, seguirán dando puñetazos en mesas tan altas como estas.

El sofi del día: Lo que está sufriendo en esta serie Mark Jackson, que nos tiene que recordar constantemente la importancia de aquellas piezas (Ezeli, Livingston) que no estuvieron (o no sanos) en sus asaltos al anillo. A JVG se le ocurrió comentar que un amigo pensaba que Ezeli jugaría de titular en un par de equipos, y Jackson nos atizó con ello cada vez que Festus hacía una buena acción. Si Ezeli se va con un doble-doble del partido de anoche, MJax nos acaba vendiendo un All-NBA 2nd Teamer. Y uno no oía un tono de decepción semejante como el que tenía anoche con Harden desde que dejó de vivir con sus padres.

No debe de ser un trabajo fácil ser cornudo y apaleado, no, pero, Mark, tápate, porfa please.

Paridad imposible

El cierre patronal no ha valido nada ¿Menuda sorpresa, no? Tras ver como acabó la historia, parecía clarísimo que el cierre patronal había sido en vano: toda la monserga del cambio de sistema y de la paridad no aparecía en ningún lado, tras un acuerdo lleno de movimientos laterales (de los de pívot torpe, además) pero tampoco esperaba uno tanta muestra de la inutilidad de la reforma, ni tan pronto.

Si se hubieran cambiado las cosas, no hubiéramos estado toda esta semana hablando de Chris Paul y Dwight Howard. Es verdad que a cada fecha de mercado persa que pasa, Twitter se va haciendo más grande y los que estamos metidos en ese ciclo de noticias 24/7 vemos las cosas sobredimensionadas tal vez, pero cuando en teoría parecía que el deseo era un convenio fuerte para que ninguna franquicia tuviera que sufrir el circo de los Ringling Brothers que le montaron el año pasado a los Nuggets, tenemos que abrir el mercado con el espectáculo de Sigfried y Roy, Roy y Sigfried, como la primera noticia.

No sé, y no me importa hasta que se confirme, dónde acabarán. El mercado me divierte, pero lo de estos dos me aburre, y la vorágine actual me agota. Lo que sí está claro es que los jugadores siguen forzando su salida de mercados pequeños, y siguen eligiendo destino. Las franquicias se ven, primero obligadas a traspasarlos, y luego, encima, ni siquiera al mejor postor, sino al sitio donde el niño quiera ir. Los que esperaban algún cambio con el nuevo convenio colectivo ya han visto lo que se ha tardado en volver a la casilla de salida.

Otro indicio de que como diría Julito, la vida sigue igual es el calendario que se dio a conocer el martes.

En la ABC, única cadena en abierto que retransmite la NBA, (TNT y ESPN son televisiones de ámbito nacional, pero forman parte del paquete de cable, así que aunque cualquier hijo de vecino las tenga aquí en Estados Unidos, estrictamente, no son en abierto) solo se podrán ver partidos de 8 equipos. Aunque la cifra engaña un poco, porque solo dan 15 partidos (por tanto solo hay 30 huecos), entre Miami, Los Angeles y Chicago pasarán por su señal de TV 16 veces, mientras que 22 equipos serán invisibles para el público de esta cadena. Para esto no hacía falta paridad.

Tampoco se han creído su propio cuento de la paridad al hacer el calendario. En esta temporada de 66 partidos en la que no todos juegan contra todos, no se ha dejado al azar que enfrentamientos quedaban fuera. En gráficos como el generado por el blog Eye on Basketball, de CBS Sports que aquí adjuntamos, se puede ver como la media del porcentaje de victorias de los equipos de la conferencia contraria que visitan más de una vez está altamente correlado con el récord del propio equipo:

Esta distribución, no es casualidad, en absoluto. De hecho, hasta las cosas que parezcan más raras, tienen su explicación. Por ejemplo, si miramos el gráfico, comprobamos que de los 8 equipos con mejor récord, 6 se enfrentan a los rivales más duros más veces en los enfrentamientos interconferencia. ¿Por qué San Antonio y Chicago no lo hacen? Tal vez para compensar factores como que los Spurs son el único equipo de ese grupo que tiene jugar 2 back-to-back-to-back (el temido 3 partidos en 3 días) o que Chicago, junto a Boston, juega en dos ocasiones, 5 partidos en 6 días (Los Angeles, Orlando y Miami nunca tendrán un 5 en 6, y Dallas, San Antonio y Oklahoma solo una vez).

Cuanto más se mira a la obra de ingeniería que es el nuevo calendario (es increíble la de factores de todo tipo, que a veces ni imaginamos que hay que tener en cuenta para cuadrar esto) más se nota que no hay nada que haya quedado al azar. Por ejemplo, Melo no vuelve a Denver este año. Hasta que pise el Pepsi Center va a pasar, como mínimo, año y medio de su traspaso. Eso que se ahorran.

La NBA tiene todos los cabos de calendario atados y bien atados, y lo tiene claro: los buenos que jueguen con los buenos, que es lo gente la quiere ver. Y es verdad que queremos los grandes enfrentamientos, pero no somos nosotros los que tenemos que explicar a los equipos de mercados pequeños lo de la paridad y la igualdad de oportunidades.

Y siguiendo con las muestras de que el sistema ha cambiado tanto como ese capitalismo que íbamos a refundar, atentos a que se abra el mercado de agentes libres el viernes. Cualquiera que escuchara hablar a los propietarios durante el cierre patronal pensaría que la hemorragia de pérdidas de los equipos era comparable a la de los países del mediterráneo. Cuando se empiecen a repartir contratos, ya veremos lo preocupadísimos que estaban los equipos en gastar. Contaremos cuantos contratos por el máximo (dos candidatos, Nene y Marc Gasol) se reparten, cuando a mi parecer, ningún jugador de esta cosecha lo sea por precio de mercado, cuántos pasan de 10 millones por año (si hay puja, Tyson Chandler y Afflalo, si la puja es de las muy feas, DeAndre Jordan y Thad Young, amén de David West, podrían estar ahí) sin merecerlo tampoco, y cuantos contratos en la horquilla de 20 a 30 millones garantizados se reparten en jugadores de los que en un año estarán como locos por deshacerse. Cada compra irracional por encima del precio de mercado será una bofetada a todos los seguidores que no han podido disfrutar de baloncesto durante estos meses y un combo breaker a los trabajadores de pequeño salario asociados a los equipos que han perdido dos meses de cheques.

Si los ingresos de todas las franquicias se repartieran entre todos y todos tuvieran lo mismo. Si la escala salarial estuviera hecha en términos de ingresos netos, en lugar de ingresos brutos para que ciertos estados que no tienen impuesto de la renta estatal no tuvieran una ventaja financiera competitiva. Si los Knicks dejaran de jugar en el Madison porque con su brillo atrae a los jugadores, y está mucho mejor preparado que el PowerBalance (¿cómo se llamara ahora?) Pavilion y empezarán a jugar, por ejemplo, en el Carnesecca Arena. Si en Los Angeles no dejaran salir de fiesta a las actrices de todas las listas del alfabeto locas por hacer un Kardashian (Kim o Kourtney, make no difference, they ballin’ the same) que tanto incitan a los jóvenes y millonarios jugadores. Si en Miami no hubiera 25 grados en diciembre. Si Antoine Walker tuviera ruedas.

El día que verdaderamente se ejecuten medidas drásticas, por las que merezca luchar. El día que un convenio obligue a todos los equipos a dar un giro de 180 grados (luego Kidd girará a los Mavericks 360º más) sus estrategias de negocio. El día que la paridad no sea una utopía imposible. Ese día habrá merecido la pena un cierre patronal. Pero, hoy lo que teníamos que ver es a Charles Barkley disparando su ballesta contra el equipo que hubiera empezado mal el primer mes, en el descanso del Lakers-Heat que estaba programado para este 8 de diciembre.