Domingo, día grande. Ya lo hemos dicho alguna vez, que es imposible para una sola persona cubrir todos los eventos del All-Star. Por varios motivos. De algunos, ni te enteras. Otros, son coincidentes en tiempo. Y luego están aquellos que se hacen en localizaciones alejadas del sitio donde te encuentras o puedes llegar. Este efecto se acrecenta sobremanera en las extendidísimas ciudades norteamericanas, y se hace insufrible en una ciudad con el tráfico de Disney, Universal y compañía, en temporada alta. Y el último factor: hay eventos que no puedes ir, porque el cuerpo y las fuerzas no te dan.
Por unas cosas y otras, a las que sumar que el domingo es además el día con la programación más escasa, nuestra agenda hoy no empezaba hasta las 11:45, hora en la que teníamos cita con Derrick Rose, gracias a nuestros amigos de adidas, que iba a firmar autógrafos en la pista que Foot Locker había montado en medio del Florida Mall, un mega centro comercial de esos de los que gustán por aquí.
Con DJ presente, pinchando sobre todo música de Kanye West, ese otro genio de Chicago, Poohdini Rose llegó con puntualidad inglesa, todo un hito, porque la media de retraso debe estar en los 10 minutos, y atendió a la prensa antes de empezar firmar autógrafos a los allí presentes.
Preguntas de todo tipo, saludos esta vez, creo que a las Filipinas y Taiwán, y regocijo por el nuevo contrato por 13 años y de 185 a 250 millones, dependiendo quién dé la cifra, que hace que adidas pague tanto o más a Rose por llevar su ropa, que Chicago por jugar. De hecho, David Stern fue preguntado ayer, y aseguró que ha habido conversaciones con marcas de calzado deportivo para asegurarse que no hay incentivos por acabar en equipos de mercados grandes, y es que el poder que los patrocinios están adquiriendo en el mercado deportivo es importantísimo.
Rose ya está en el tercer mayor mercado de América y no necesita moverse, así que pueden estar tranquilos. Tímido y reservado, es muy diferente al resto de personalidades que pueblan la conferencia Este en el All-Star, como se vería más tarde durante las presentaciones del partido. Durante los próximos días, leerás más sobre el MVP en nuestra página, y compatiremos contigo todo lo que nos contó.
Cuando terminamos de hablar con Derrick, nos escapamos corriendo al Convention Center para hacer una visita fugaz al NBA Cares Special Olympics Unity Sports Basketball Game (sí, los nombres oficiales son así de largos, no sé como hacen para tuitearlos) en el que estarían gente como Durant, Drexler o Kemba Walker. Aquí, sentimos miedo por primera vez en todo el finde, cuando Dikembe Mutombo le dijo a uno de sus ¿hijos?, ¿nietos?, «Who wants to come with me». Ya sabemos todos lo que pasó la última vez que Mutombo empezó una frase por «Who wants…», allá en Georgetown, y no queremos ni una parte de eso.
Antes de volver al Downtown, al Amway Center, nos pasamos por la Media Suite que adidas tiene montada para la prensa en el lujoso Peabody, que linda con el Convention Center. Allí pudimos ver las equipaciones que los jugadores iban a usar esa misma noche en el All-Star, y le echamos un ojo a las bambas de Dwight Howard y Derrick Rose, que aprovechan la noche que pueden durante el año para darle colorido a sus zapatillas, y esta vez van de naranja para representar el Orange County en el que nos encontramos y el buen tiempo del Estado del Sol, Florida.
Las equipaciones, son las más ligeras que hayamos visto para jugar al baloncesto, con las costuras reducidas al mínimo. Además, para los jugadores que así lo desearan había modelos más ajustados como los que lucieron el propio Howard y Russell Westbrook. Después de agradecer a adidas el magnífico trato que nos prestaron y su amabilidad, ahora sí, carrera hasta el corazón de la ciudad.
Al llegar al pabellón estaba Flo Rida cantando en el concierto que montaron fuera del Amway, en la calle Church, que era solo para gente con entrada para el partido, y después de escuchar un par de temas, a entrar al pabellón a cenar (el trato y la inversión que hacen en la prensa es exquisito) y aprovechar para salir a pie de pista y ver que se cuece antes del partido. Cuando limpiaron la zona a media hora para que empiece el partido, vimos por el pasillo a muchos de los invitados que ocuparon las primeras filas, hubo un avistamiento de Gortat, y comprobamos con cierta incredulidad que el público que está bajo el escenario para la actuación previa al partido de Nicki Minaj primero, y de Pitbull después, son invitados sin entrada que traen al pabellón para animar puntualmente, en lugar de dejar a la gente que ha pagado su ticket acercarse. Justo antes de subir a nuestra posición, nos cruzamos con Chris Brown por las zonas donde se sitúa la gente que va a actuar. Como el nuevo single de Pitbull tiene su aparición en el estribillo, sumando 2 y 2 quedaba claro quién iba a ser ese «invitado especial» del cubano que llevaban días anunciando.
De la actuación de la Minaj no puedo elaborar mucho, porque ya he comentado alguna vez que estamos detrás del escenario y todo lo que pasa allí lo vemos un tanto mal, vamos, de hecho, yo lo veo por el Jumbotron, así que no os puedo contar mucho más que lo que visteis en el sofá. Luego, por supuesto, subidón de azucar y dentera con el himno de Canadá, piel de gallina con el de Mary J. y empieza el espectáculo.
A los pocos minutos nos tenemos que envainar lo que dijimos ayer sobre que el concurso de mates no ganaría tanto en calidad con los James o Westbrook porque los angelitos salen lanzados y con ganas de machacar, y demuestran que están a un nivel atlético superior a lo que vimos el sábado. Aunque, también es verdad, que el concurso de Griffin el año pasado no lo reflejó, tampoco.
El ritmo de los 6 primeros minutos recordó al partido de Rookies, ya que el Oeste se ponía en proyección de más de 190 puntos. Luego el tono de locura remitió un poco, y aunque la defensa siguió siendo matadora, no fue el despiporre inicial. Como siempre, impresiona ver en vivo la rapidez de ejecución, la precisión en el lanzamiento y las acrobacias de estos tíos. Cuando los estás viendo el tiempo vuela: parece que han pasado 5 minutos, y te has plantado ya en el descanso, y está Pitbull berreando.
El espectáculo del cubanito que está tostadito pese a ser más blanco que Chris Mullin (tremendas ovaciones y puestas en pie a los antiguos miembros del Dream Team, y una muy especial a Magic Johnson) fue tremendo. Quizá no este al nivel del descanso de la SuperBowl, pero no se le queda tan lejos. Y entre terminar la actuación de Pitbull y salir por la puerta del Amway, el reloj diría que pasaron un par de horas, pero yo apostaría por 5 minutos. El final del partido fue bellísimo, gracias a que el Este se pusó a la par, y en cuanto acabó, corriendo al ascensor para invadir la zona mixta. Aprovechamos para hablar con Chris Paul, que mostró una cara de felicidad tremenda cuando por fin le dejamos tranquilo. Quién sabe por cuántas grabadoras, entrevistas y conversaciones pasan estos tipos en 3 días. Ya sabemos que va en el (muy buen) sueldo, pero el agotamiento de tanta historia debe ser descomunal. También escuchamos un poco lo que Marc tenía que contar, y fue una pena no haberle sacado una foto de la cara que puso cuando un periodista le mal comentaba como acuerdo casi cerrado el traspaso de su hermano a Toronto, para que juegue con Calderón. Cuando leímos al llegar al hotel los cotilleos, ni siquiera era Toronto el supuesto destino de Pau, sino Orlando, pero qué más da, aquí el caso es tirarla. Otra regla de la zona mixta que se cumple con alguna excepción: cuanta más gomina tenga el periodista, más posibilidades que la pregunta sea un desastre.
Para cerrar el día y el fin de semana mágico, fuimos al Media Hospitality que la NBA organiza para la prensa en el Marriott, donde se alojan muchos de los periodistas, y en la que nos tienen preparado algo de cenar y ponen vino y unas cervecitas para soltar la charla con el personal.
Buen fin de fiesta de un inolvidable fin de semana. Visto y no visto. El año que viene espera Houston.