Mediocridad mal entendida

La carrera del pivot de los Bucks de Milwaukee Andrew Bogut casi siempre ha estado del lado de la mediocridad (sin el sentido peyorativo del término por supuesto) más absoluta. Y nunca ha parecido importarle.

En sus gustos se adivina una tendencia a conformarse con poco: ser feliz con lo que tiene. La milanesa con patatas de su madre sigue siendo su plato favorito. Es probablemente el único jugador de la NBA que pone entre sus ciudades favoritas a Salt Lake City, incluso aunque sea por el hecho que le recuerde los dulces años universitarios. Su siguiente elección es Phoenix, un conglomerado en el que tres de las ciudades de su área metropolitana están en la lista de las 10 ciudades más aburridas de Estados Unidos que configura la revista Forbes. Y Wisconsin, el estado que defiende ahora mismo jugando al baloncesto, le encemphanta por la actitud despreocupada de su gente, algo con lo que el resto de América dudaría en darle la razón.

Rick Majerus, el entrenador más exitoso de la historia de la Universidad de Utah fue el único que lo reclutó en su Australia natal. Rick ya tuvo a un australiano bajo su tutela a mediados de los 90, otro pivot llamado Ben Melmeth cuyos méritos se podrían resumir en quitarle a AB el honor de ser el primer Ute australiano y perder la titularidad en el equipo a manos de Michael Doleac.

La Universidad de Utah se encuentra encuadrada en la Mountain West Conference, una mid-major modesta que no le enfrenta a rivales de relumbrón, ni da la luz y taquígrafos de Duke, North Carolina o UCLA. Lo tenía todo para pasar desapercibido. Pero quizá, por primera vez, no lo hizo. En su segundo año barrió todos los premios. Desde los reconocidos Wooden y Naismith a los que otorgaban los medios como Sports Illustrated o ESPN, la decisión fue unánime: Bogut es el mejor jugador universitario del año. No Chris Paul ni Deron Williams. O Danny Granger con el que coincidió en la MWC y contra el que se tuvo que enfrentar dos veces al año durante su periodo colegial. Él.

Y cómo dices que no en el Draft al mejor jugador, si además mide 7 pies. No puedes. Y aquí es cuando después de un último año brillante que le lleva a la cima, la naturaleza parece corregir su curso, y devuelve a Bogues dónde parece pertenecer, porque es dónde más a gusto se encuentra, la zona gris en la que puede pasar desapercibido.

Milwaukee.

Su carrera no comenzó tan mal. De la mano de Terry Stotts, ayudante de Carlisle en Dallas ahora mismo, conoció el Play-Off en su primer año pese a quedar últimos en una División Central atroz que reunía a unos Pistons que llevaban dos años apareciendo en las Finales, al tercer año del proyecto LeBron en Cleveland, y a unos Pacers y Bulls, que a pesar de estar en reconstrucción por distintos motivos fueron capaces de ganar 41 partidos cada uno.

No valió de nada ese último puesto de la división los tres años siguientes. 28 y 26 victorias tras el cambio de Stotts por un Larry Krystkowiak que no le ayudó en nada a progresar, y 34 victorias en un primer año de Skiles que invitaban a pensar que el equipo iba en una buena dirección, pero no fueron suficientes. Su mejor socio en el primer año, Michael Redd se perdía 29 partidos por lesión en la 2006-2007 y él también pasó tiempo en el banquillo, ya que se perdió 14 partidos en su segundo año, después de jugar en todos y cada uno en su año rookie.

Gesta que por cierto, no ha logrado volver a conseguir. Y más que la falta de notoriedad o el éxito, seguro que lo que más decepciona a Andrew es la mala suerte que ha tenido para poder estar en la pista. Después de ese primer año exitoso, sólo ha visto la cancha en un 75% de los partidos, y se perdió los más dolorosos: los 7 que suponían el regreso de los Ciervos a Play-Off contra Atlanta, y que de haber contado con AB se podrían incluso haber alargado más. Este año ya se ha perdido seis partidos por molestias en el codo y la espalda, después de empezar la pretemporada tarde por terminar la recuperación de la escalofriante rotura de la mano derecha que sufrió en abril de este año contra Phoenix.

Y es una desgracia que las lesiones y el anonimato de facto nos impidan de disfrutar de uno de los jugadores a mi gusto más interesantes de la Liga. Elegido en el 3er Equipo NBA el pasado verano, el trabajo de Scott Skiles ha dado sus frutos al segundo año, en el que convirtió a Bogut en uno de esos pocos jugadores en los que te puedes fijar en todas y cada una de las jugadas del partido. Su defensa es una de las mejores de la Liga (usando Deffensive Rating, la tercera mejor de hecho) y su manera de atacar parece sacada de un libro de texto. Para mí, tras Tim Duncan y Pau Gasol es el tercer mejor baloncestista que nos podemos encontrar paseando por un poste bajo ahora mismo.

Y los números no engañan. Este año, en los 6 partidos sin él, Milwaukee sólo ha ganado uno. Con Bogut jugando, de 13 han ganado 6. En la pasada campaña con Bogut en la cancha los Bucks ganaban el 58% de los partidos, y sin él sólo el 45%. En la 2008/2009, la diferencia era del 53 al 33%. Si no hubiera jugado tan solo 36 partidos, es probable que Skiles hubiera podido llevar al equipo a la post-temporada en su primer año.

Estoy disfrutando como un enano de la exhibición que está dando contra unos Magic, a los que, todo sea dicho les falta Dwight Howard, que es mejor jugador que él aunque sea peor baloncestista, pero que en Gortat tienen una piedra de toque más válida que otros muchos equipos de la Liga. 31 puntos en 27 posesiones (con un paupérrimo 5/16, 31% en tiros libres estropeando su eficiencia), 18 rebotes, 2 tapones. Y lo que no puedes poner en números.

Porque es una tremenda mentira que Andrew Bogut es un jugador mediocre. Aunque todo en la superficie apunte a ello.