adidas presenta las camisetas de las leyendas

adidas ha presentado las camisetas de las leyendas, unas camisetas retro que ya podéis encontrar en vuestra tienda habitual aquí en nuestro país y que tiene un integrante muy especial: la camiseta de Fernando Martín en Portland.

La de Fernando Martín va a ser sin duda la camiseta más demandada, pero también adidas editará las camisetas de Bill Russell, Jerry West, Wilt Chamberlain, Julius Erving, Magic Johnson, Larry Bird, Patrick Ewing, Denis Rodman, Drazen Petrovic y Shaquille O’Neal. En el Facebook de adidas podéis ver todas las camisetas.

 

El mundo en el nombre

Ahora que ya parece confirmada definitivamente la noticia que saltó el día del Draft de que Ron Artest se va a cambiar el nombre a Metta World Peace (cuando termine de arreglar las cuentas que tiene por multas de tráfico impagadas con el Tribunal Superior de Justicia de Los Angeles), es un buen momento para echar la vista atrás y recordar a otro jugador que también se puso el World en el nombre.

Lloyd Bernard Free, o World B.Free, como se empezó a llamar oficialmente en 1981, lo hizo primero. 886 partidos de Temporada Regular y 34 de Playoff en 13 temporadas con 5 franquicias diferentes guardan la trayectoria de este jugador que fue una vez All-Star y All NBA 2nd Team, y llegó a ser el 2º máximo anotador en dos temporadas consecutivas: la 79/80 y la 80/81 en los Clippers (en aquel momento, todavía afincados en San Diego) por detrás de George Gervin.

Base anotador y tremendamente explosivo, «El prínicipe de Mid-Air» era capaz de hacer 360º y saltar más de 1,10 metros. Tiraba con un elevado arco, porque harto de que los atléticos jugadores callejeros de la Gran Manzana lo corrieran a tapones, entrenaba tirando con una escalera delante. Y fue considerado el primer chupón impenitente de la Liga, algo con lo que él no tenía ningún problema: «No te pagan por pasar» llegó a decir.

Free fue Iverson antes que Iverson, en casa de Iverson. Medía 1.88, un poquito más que AI, pero llevó antes que él el estilo callejero a las pistas en Philly. Curtido en Brooklyn, una ciudad dentro de LA ciudad, cocido al fuego lento de los playground de Brownsville, de los que solo se sale hirviendo en sustancia, llegó a la NBA con el mote ya puesto. Herb Smith, un Andrés Montes de ghetto neoyorquino, responsable entre otros, del apodo de Erving, decidió que Lloyd Free debía ser «All World» después de ver como terminaba un partido con un 360º. Más tarde, y aprovechando el legado de su familia, que le había dejado el «B.Free» como se las ponían a Fernando VII, se cambió el nombre.

Entró en la Liga en 1975 desde la segunda ronda del Draft, en unos 76ers liderados por George McGinnis y Doug Collins (hay cosas que no cambian) y en los que también eran novatos ese año Darryl Dawkins y Joe Jellybean Bryant, padre de Kobe. En su segundo año le trajeron al equipo al Dr.J para que recetara las Finales. Solo los Blazers de su futuro compañero Walton, con el que se las tendría tiesas, se pudieron cruzar en su camino. Irónicamente, debe ser la única victoria que Walton ha tenido con un doctor delante.

No consiguieron ningún anillo, pero con All-World, el Dr.J y Chocolate Thunder se juntaron tres de los matadores más espectulares de la época en el mismo equipo. De hecho, era obligatorio ir un rato antes al pabellón para ver la rueda de entradas. Solo ese espectáculo, en el que no se cortaban a la hora de matar, pagaba ya la entrada con creces.

La historia de World también va unida a la de la desgracia de los Clippers. El equipo de San Diego, que se lo trajo de Philadelphia a cambio de una primera ronda, tuvo que ver como ¡6! años después, esa elección acababa siendo la número 5 en el histórico Draft de 1984 que llevó a Charles Barkley a la ciudad del amor fraternal.

Antes de conocer en que iba a acabar aquella elección del Draft, la jugada le salió bien a la franquicia: el todavía llamado Lloyd era uno de los jugadores más espectaculares de la Liga, uno de los mejores anotadores y dejó para el recuerdo partidos como el que hizo el día del debut de Magic Johnson, que estuvo muy cerquita de aguárselo. En el partido que abría la temporada 79/80 para las franquicias de California, Free le colgó 46 puntos al novato Magic, pero los Lakers acabarían ganando con gancho de Abdul-Jabbar sobre la bocina. El universo en equilibrio.

Pero los Clippers, que son lo que son, lo traspasaron 2 años después a los Golden State Warriors, después de una temporada en la que hizo 30.2 puntos por partido, a cambio de una primera ronda en ese Draft del 84 en el que se habían quedado sin ninguna, solo que tres puestos más abajo (en la octava posición) y de Phil Smith, un jugador que pese a que empezó su carrera de manera prometedora, llevaba un par de años perdiéndose mucho tiempo por las lesiones.

El caso es, que al final, los Clippers, se quedaron sin Chuck y sin el entonces todavía llamado Lloyd a cambio de una temporada y media de un Smith, que se mantuvo tan sano como discreto y no se volvió a acercar al nivel All-Star que mostró al principio de su carrera y por Lancaster Gordon, que jugó 6 partidos de titular en los únicos 4 años que pasó en la Liga con unos promedios de 5.6 puntos y 0.433 de TS%, mientras Otis Thorpe esperaba justo en el siguiente puesto del Draft y Kevin Willis o John Stockton, un poco más abajo. De hecho, usando la estadística Win Shares, Gordon fue el peor jugador de todo ese Draft. Clippers: si no existieran, habría que inventarlos.

De todas formas, aunque Free dio otros 6 años de 23 puntos por partido, los Clippers aprovecharon el punto álgido de su carrera , que fue dando pequeños pasos atrás al salir de South California. A los Warriors llegó junto a Bernard King y Joe Barry Carroll, después de que la franquicia pasara por un par de años de transición sin Rick Barry, y aumentaron el total de victorias de 24 a 39. Después de un par de años y medio en la Bay Area, lo mandaron a Cleveland a cambio de Ron Brewer (padre del Ronnie Brewer de los Bulls) que tal vez tenga el récord de ser más veces traspasado a mitad de temporada: en 6 temporadas consecutivas cambió de camiseta con la Liga en curso. En Cleveland fue el líder indiscutible del equipo durante las tres temporadas y media que pasó allí, incluso volvió a los Playoffs a los que no llegaba desde su estancia en Philly. Aunque ya no estaba en la primera línea de salida de la clasificación de anotadores, ni podía saltar como antaño, la capacidad atlética que le quedaba, y sus lanzamientos de larga distancia en la época en la que el triple llevaba poco tiempo instaurado, eran lo suficientemente espectaculares para atraer a la gente al pabellón. De hecho, es probable que fuera World B.Free el hombre que mantuvo a la franquicia en Ohio.

Su imagen, en la que combinaba las patillas con una pronunciada calvicie que fue devorando poco a poco su cabeza, su legendaria retranca de fingir o agravar lesiones (nunca jugó una temporada completa) en noches sueltas que no le apetecía jugar mientras increpaba a Bill Walton por hacer lo mismo que él, y su estilo, siempre empujando un pelín más allá la frontera de la vanguardia afroamericana en la transición de los 70 a los 80, hubiese sido un cóctel explosivo en la era del social media. Si lo piensan, apenas hay diferencias entre el B.Free que anotaba 30 por partido en San Diego y el Gilbert Arenas que la gente adoraba en su apogeo en Washington.

World B.Free tuvo la mala suerte de nacer como jugador en una era en la que sus numeritos no eran premiados, su incontinencia verbal en las ruedas de prensa pasaba desapercibida, el que se tiraba las zapatillas no era ídolo de masas y había un cierto desinterés en la Liga por un talento general bastante regular. Su cambio de nombre no tenía intenciones místicas, ni espirituales como trata de vendernos Ron. Aunque se identificara con el mensaje de paz y libertad que transmitía por su nombre, jamás se lo hubiera cambiado si no hubiese sido su apodo en primer lugar… y si la idea no hubiese sido verdaderamente cool.

Free hacía las cosas con naturalidad, porque le apetecía ser y sentirse diferente. Era un jugador auténtico, que se creó una imagen de marca antes que existieran, y la respaldo con su juego, no exento de ineficiencias, pero siempre fresco, como él. En el siglo XXI, su personaje probablemente habría acabado engulléndolo como ha hecho con otros. Pero por suerte, podemos tener el recuerdo de que existían este tipo de jugadores cuando la que la excentricidad todavía no era impostada.

All-Star: Día 2 (vol.2)

¿Dónde hemos llegado? Las expectativas ahora mismo para un concurso de mates desafían la lógica y la física más elemental. ¿Os dais cuenta de lo que les estamos pidiendo? Kobe Bryant ganó el concurso en 1997, y asombró al mundo con un mate en el que ¡se la pasaba entre las piernas! El Dr.J y Michael Jordan pasaron a la historia por saltar desde la línea de tiros libres. Dominique Wilkins, por el molinillo.

Serge Ibaka hizo ayer el mate más largo de la historia del concurso, centímetro arriba, centímetro abajo. Por detrás de la línea. De verdad. Y la mató con extrema facilidad, como si no le hubiera costado. Y quizá por eso solo fue premiado con un 45. Hoy en día no vale ya cualquier cosa.

Citius. Altius. Fortius. Añadid Novius.

Yo siempre he pensado que por cada intento fallado de mate, se debería restar un punto del total. La explicación es clara: jamás es igual el primer intento de mate que los siguientes. Mejor ejemplo que ninguno, el primer mate de Blake Griffin anoche, en el que cada intentona, llevaba aún menor fuelle que la anterior. Es por ello, que creo que el no haber sido capaz de realizar tu mate tras varios intentos, ha de ser penalizado. Pero, ¿qué nivel de exigencia estamos ya reclamando? Ayer vimos, como ya hemos dicho, el mate más largo de la historia del concurso, dos balones en dos canastas, tres balones matados en un aro, pasársela entre las piernas al rebote del soporte del tablero… Nos va a tocar elegir. Si queremos ver cosas nuevas, espectaculares, que sigan poniendo la marca del límite un poco más allá… vamos a tener que ser más transigentes. La noche del sábado fue un punto de inflexión. Pena para DeRozan, que todos nos diéramos cuenta de lo que estaba pasando después de su mate.

El concurso fue de más a menos. La primera ronda fue tremendamente excitante. A DeRozan le penalizó terriblemente abrir el fuego: todavía no se había sentado precedente en el número de intentos, ni se había marcado el listón. El primero es el mate más difícil de calificar, y creo que el jurado se equivoco en su voto a ciegas. Después vinieron el ya comentado mate de Ibaka, que también mereció más, y Javale McGee colgándose de dos aros a la vez. Si Blake clava a la primera, con toda su violencia el 360º con el que empezó, la gente del Staples se va para casa.

El showstopper con el que empezó la segunda ronda el jugador de Toronto me pareció el mejor de todo el concurso. A la primera, no innovador, pero sí diferente, con un alto grado de dificultad, y una ejecución perfecta. El de Ibaka fue bueno pero algo flojo para el contexto en el que se encontraba. Griffin demostró su potencia a rebote del tablero tras varios intentos (y no puedo evitar pensar que si no hubiera sido el número 32 en su propio palacio, estaría fuera del concurso) y McGee cerró una sólida primera ronda metiendo los tres balones, después de que su madre, ex-jugadora de la NBA saludara al jurado, con piquito a Julius Erving incluido.

Y llegó la ronda final. Dos hombres altos, algo atípico, y con el voto del público, uno de ellos llevaba un cuerpo de ventaja. Griffin metió el codo a lo Vince Carter, pero con aún más saña. McGee hizo un bonito acunado mucho menos visual que sus dos contribuciones previas.

Entonces llegó el momento de la noche sin dudas: Blake sacó el coche oficial de la Liga (increíble también el paralelo espectáculo publicitario: los jugadores reatándose las zapatillas, McGee que usó 5 modelos en 4 intentos, y el KIA para rematar), un coro a ritmo del I believe I can fly de R.Kelly, y el siempre hilarante Baron Davis, que me recordó a un travieso Bugs Bunny asomándose por el techo solar para ponerle el alley-oop al animal de Oklahoma. La parafernalia, muy superior a un mate, que ya le habíamos visto a Milic, o incluso a Mario Santana en la ACB, en el año 99.

McGee, que además tuvo que eliminar uno de los mates que tenía pensado, en el que cogía un billete del aro con su boca, por la similaridad con el de Ibaka, intentó que el sufrimiento acabara lo más rápido posible. Para mí, Blake no mereció llegar a la final, pero sí ganarla.

Pero al final, es inútil y subjetivo decir quién debió ser condenado, a quién le robaron… No soy muy fan del voto del público, porque acabamos dejándonos llevar por el nombre y la reputación, pero no creo que el jurado, un jurado que pintó menos que nunca (incomprensible que apenas tuviéramos imágenes de sus calificaciones), hubiera votado nada diferente.

Buen concurso, de los mejores de la década para mí. Y habrá un antes y un después de este. Pero pese a la amenaza Blake Griffin, Vince Carter puede descansar tranquilo.