Hace un par de semanas, iba escuchando la radio en el coche para enterarme de cómo iba la jornada y escuchar un poco el post-partido de mi equipo, en el que se había marcado un golazo espectacular de falta (pero que al no haber sido marcado por un jugador del equipo X, Y o Z no se le dio mucho bombo), cuando anunciaron que a continuación iba a empezar el siguiente partido de liga, un Getafe-Leganés al que el narrador calificó como “un auténtico partidazo”.
En ese momento mi cabeza pensó: ¿pero este tío que dice? ¿Tanto le pagan por decir eso o es que acaso lo piensa realmente? De hecho creo que me quedé tan flipado que lo dije hasta en voz alta. Para mí, la jornada había acabado en el momento en que el partido de mi equipo había finalizado y el resto no tenía ningún interés para mí (otros años igual sí, pero en éste en concreto el Comunio no está dando sus frutos así que nanay). Y fue en ese momento cuando pensé: “mira, igualito que en la NBA”.
De un tiempo a esta parte, nos hemos ido acostumbrando a que en la denominada (autodenominada más bien) mejor liga del mundo todos los partidos sean auténticos partidazos; 10 motivos por los que estar pegado a la TV o a la radio todo el fin de semana para vivir apasionantes encuentros como un Osasuna – Espanyol, un Celta – Éibar o, cómo no, un Getafe – Leganés. Partidos donde sabes que si ves entre una y dos jugadas decentes en los 90yhastaquemarqueelmadrid tantos minutos que dura el partido, puedes darte por más que satisfecho.
Es por este motivo que cada día concuerdo más con esa frase que dice que a los norteamericanos les gustan los deportes donde pasen “cosas”. Y en ese sentido, la NBA es insuperable.
Desde Octubre que empieza la Regular Season hasta el mes de Junio en el que tenemos un (casi seguro) nuevo campeón, la NBA son partidos, historias, traspasos, rumores, big-threes, big- fours, declaraciones, el All-Star Game, piques, vueltas a casa, renacimientos y 1000 historias más. Es una liga que no decae en ningún momento haya o no haya partidos en juego.
Extrapolando ese maravilloso Getafe – Leganés, cojamos a los 2 peores equipos de la temporada 18/19: Phoenix Suns y (para variar) New York Knicks. Los Suns cuentan ahora mismo con 2 jugadores sobre los que asentar las bases de un proyecto más que interesante: Devin Booker, uno de los únicos 6 jugadores en toda la historia de la liga en anotar 70 puntos en un partido y Deandre Ayton, número 1 del Draft de la temporada pasada. A ellos se les ha sumado un Ricky Rubio que viene de ganar el mundial de baloncesto siendo nombrado el MVP del mismo, un Ricky Rubio que desde que fichó por Utah Jazz (junto con su barba, pelo largo y tatuajes) ha elevado sus prestaciones y su molonismo en varios cientos de puntos.
Por otra parte, los New York Knicks son noticia por todo lo contrario. Han pasado de tener opciones reales de firmar a Kyrie Irving y a Kevin “my next step” Durant (ambos han acabado en Brooklyn Nets para más inri) a tener que conformarse con Elfrid Payton, Julius Randle y uno de los gemelos Morris. Aun así, la sensación que desprenden es que no se les ha quedado una plantilla del todo mala, con incorporaciones como Taj Gibson o Bobby Portis (motivo por el cual Mirotic ha huido de la liga), a los que hay que sumar al número 3 del pasado draft, un R.J. Barrett que en su estreno en la liga se fue hasta los 21 puntos. Repito, estamos hablando de sobre el papel un partido entre los 2 peores equipos de la competición, y aunque no nos atreveríamos a catalogarlo de partidazo, tendríamos incentivos suficientes como para querer realmente verlo. Porque lo que tiene la NBA es precisamente eso, que es una competición que tiene la capacidad de engancharte por miles de motivos distintos durante casi todo el año y que no decaiga tu interés por ella.
Un momento, un momento ¿casi todo el año? ¡No! Porque un pequeño grupo de irreductibles meses de verano que resistía ahora y siempre al invasor, han sucumbido también a la fascinación que provoca la liga.
Antes, cuando el equipo de turno se convertía en campeón de la NBA, la sensación que quedaba era de vacío, de que hasta Octubre no volveríamos a tener nuestra dosis diaria de NBA. Pero eso, amigos, ha cambiado.
De alguna forma que yo personalmente no alcanzo a comprender todavía, la NBA ha conseguido que haya liga cuando no se están jugando partidos. Este año en concreto hemos tenido de todo e incluso un poco más. La lotería del Draft de este año era especialmente interesante por ver quien se quedaba con la “bestia” Zion Williamson (los Pelicans aprovecharon para hacer el Euromillón ese día) y que iba a pasar con los siguientes puestos en un Draft que venía cargado de talento: RJ Barrett, Ja Morant, De´Andre Hunter, Coby White o la nota exótica de Rui Hachimura. A esa ceremonia del draft tenemos que sumarle los partidos de pretemporada, que aunque no dejan de ser pachangas, me consta que hay gente que se ve todos los partidos de su equipo (hola David) para poder ver cómo funciona éste o aquel fichaje, si los rookies son lo que prometían o solo por el hecho de ver a un jugador con la camiseta de éste u otro equipo.
Éste año, como hemos dicho, venía especialmente cargadito puesto que hemos tenido la polémica con Daryl Morey, GM de los Rockets, y su opinión sobre el conflicto entre China y Hong Kong; un patinazo de mucho cuidado por parte de un miembro importante del equipo que más audiencias genera (xiè xiè Yao) en el país que más dinero genera. A esas declaraciones se han sumado muchas otras, la mayoría defendiendo la libertad de expresión tan arraigada en la cultura estadounidense: Adam Silver, Pops, Shaq… y un Lebron James que no sabe si los republicanos compran zapatillas o no pero que después de la cera que le ha metido a Trump y el ejemplo que ha dado en otras muchas ocasiones, a la hora de la verdad parece que no quiere que le salpiquen mucho estos temas (al menos mientras él esté en China, claro). Es decir, que hemos tenido salseo del bueno este verano.
Pese a llevar más de 1000 palabras, tengo la sensación de que me estoy dejando montones de cosas e ideas en el tintero, que la NBA da para tanto que nunca llegas a abarcarlo todo. Pero aun así siempre quieres más. Porque la NBA ya no es solo “Where amazing happens”, es “Where things happen”. Y solo con eso, sean amazing o no, consiguen que sea más que de sobra para tenerte enfrente de la TV a horas intempestivas en este maravilloso sofá desde el que se escriben y se cuentan las crónicas.
Bienvenidos, un año más, a (ésta sí) la mejor liga deportiva del mundo.
P.D. A la hora de escribir este artículo no conocíamos la sanción (si nada cambia) de 25 partidos a Deandre Ayton por consumo de diuréticos, pero es otra historia (una más y van…) que añadir a la lista.