RIP Ginobili

En los inicios de La Crónica Desde El Sofá, cuando era una simple sección de un blog personal, de vez en cuando, recibíamos la colaboración de El Jugón de Torrent. Después de la despedida de Manu Ginobili, creo que sólo él podía contar una de esas historias diferentes que esconde el mito argentino…

Tras una semana de obituarios sobre Navarro, es el turno de la esquelas sobre Ginobili, porque a mí siempre me gustó más llamarle Ginobili en lugar de Ginóbili.

Cuando jugaba en la Kinder de Bologna todo el mundo decía que era la leche, pero nunca vi un partido suyo porque en aquellos tiempos solo emitían la euroliga en TV3. Pese a no saber ni qué cara tenía, con muy buena lógica, en junio de 2002 me compré su camiseta (la negra) porque llevaba el número 6, como yo en aquella época.

Sin embargo, cuando me enamoré de él de verdad, y no en términos textiles, fue la madrugada del 4 al 5 de septiembre de ese mismo año, con narración de Nacho Calvo en La2, durante un Estados Unidos – Argentina del Mundial de Indianápolis 2002. Ese día Argentina enseñó al mundo cómo se jugaba al baloncesto. Solo un esguince de tobillo de Manu en las semifinales contra Nueva Zelanda y un árbitro dominicano inexplicablemente malo impidieron que Argentina venciera aquel torneo. Menos mal que el destino es justo y dos años más tarde Argentina se paseó en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.

Quedé tan impresionado con aquella Argentina y especialmente con Ginobili que rastreé todo lo rastreable en internet hasta que por fin encontré la camiseta de aquella selección para mí hasta aquel día y que tan bien jugaba al basket y que le pasó la mano por la cara a Paul Pierce, Baron Davis, Reggie Miller, Jermaine O’Neal, Elton Brand, Ben Wallace, Michael Finley, Shawn Marion y compañía. A partir de Atenas les patrocinaba Visa, pero en 2002 les patrocinaba «Orígenes» y esa camiseta (remera, como dicen ellos) no se vendía ni en la web de la propia Federación. Tuve que recurrir a mercadolibre, donde la regla general era no responder los emails de los compradores europeos.

Precisamente en esa misma temporada que iniciaba (la 2002-03), la Copa del Rey se celebró en Valencia. Por casualidades de la vida un amigo fue designado por la organización para acompañar al Tau Vitoria en sus desplazamientos por la ciudad y aproveché para darle mi camiseta de «Orígenes» y que la firmaran el surtido de argentinos que con mucho ojo tenía fichado el Tau antes del campanazo mundial de Indianápolis: Scola, Nocioni y el Torito Palladino (recién aterrizado para la Copa). A partir de ahí, aproveché cada oportunidad para que la firmaran otros integrantes de aquella selección histórica: Montecchia, Oberto, Prigioni… Pero Manu ya había volado a San Antonio y su paso por España no era imaginable.

La ocasión se me presentó con motivo de la preparación del Mundial de Japón 2006, cuando la ya campeona olímpica pasó por España para jugar un par de amistosos. Así que sin pensarlo dos veces una mañana de agosto me fui en Autores a Madrid. No recuerdo cómo pero sabía que se alojaban en el hotel Eurobuilding y allí me planté a las 11 de la mañana, a ver si entraban o salían. El vigilante me miró de reojo, pero como no había ningún fan más, no me dijo nada. Tenía 39 de fiebre, pero no importaba. Era ahora o nunca por Ginobili. Lo encontré por el hall del hotel, con una especie de representante de relojes, que le estuvo dando la chapa más de una hora. Al final me firmó la camiseta. También Wolkowysky, Gabi Fernández, el entrenador Rubén Magnano, y ya puestos también otros integrantes de la selección de 2006: Fede Kammerichs, Walter Hermann o Carlos Delfino, que tenía una pinta de vividor que no podía con ella. Los tronistas de hoy en día no le llegan ni al tobillo!

En aquel hotel también se alojaba la selección española, pero no les hice ni caso. Total, si nunca ganan nada… A Sergio Rodríguez me lo crucé unas veinte veces y me miraba con cara de «chaval, ¿no me pides ni un autógrafo?». Hay que recordar que los móviles de entonces hacían fotos con muy poca resolución. Presencié cómo Marc Gasol le pedía a alguien del staff unas cuantas entradas para sus compromisos. Marc Gasol y Sergio Rodríguez, los más pringados de aquel equipo. Y así me fui a las 4 de vuelta en Autores y sudando a chorros, por la fiebre y por el calor. De la selección de 2002 solo faltan por firmarme Lucas Victoriano y Hugo Sconochini. Victoriano porque nunca fue santo de mi devoción y Sconochini porque nunca tuve oportunidad.

Ahora Manu se retira con poco pelo, muchos años y todavía más trofeos y reconocimientos. Todos absolutamente merecidos. No eligió la franquicia más vistosa, pero quizás sí aquélla en cuya filosofía mejor encajó. Puede que no al principio, pero entre Ginobili y Parker crearon una nueva filosofía en San Antonio. Y a Popovich hay que reconocerle el mérito de haberse dado cuenta de lo que tenía entre manos.

A ver si los argentinos se enteran de que sin haber tenido un Maradona o un Messi del basket, su país jugó al baloncesto mejor de lo que jamás jugaron ni jugarán al fútbol. Retírese en paz, Manu Ginobili.

El Jugón de Torrent