Sin Leonard ni Parker los Spurs se van a la Bahía, diciéndole a los Rockets «vida mía, qué calor; qué calor, qué calor, tengo; qué guapa soy, qué tipo tengo«. 39 puntos de diferencia anoche, mayor paliza de estos Playoffs y mayor victoria a domicilio de toda la temporada. Con en el equipo rival jugándose la vida, parece mentira. Pero ciertamente no lo es.
Aunque el quinto pudo caer de cualquier lado, este sexto, sólo tuvo un color, y no fue el rojo de los Rockets. Los de Popovich han logrado poco a poco eliminar los rasgos de identidad de Houston, que sin (tantos) triples ni tiros libres no tienen más a lo que agarrarse para competir a este nivel. Con un Harden desconocido, que no intentó un tiro de campo en el primer cuarto, no anotó fuera de la línea de tiros libres hasta la segunda parte, y que pasó medio partido con más pérdidas que puntos, los Rockets no fueron rival para los consistentes aunque mermados Spurs.
Salió un notable Jonathon Simmons en el lugar de Leonard en el quinteto titular, y D’Antoni volvió a apostar por Gordon en el quinteto titular para sacar a Anderson desde el banquillo, lo que dejaba a Harden defendiendo dentro, habitualmente a Pau Gasol. Fueron el español y Aldridge los que con posteos y rebotes ofensivos empezaron castigando a Houston y montando las primeras ventajas. Los Rockets, con Harden más pendiente de pasar que de anotar, perdían el balón y las oportunidades de seguir a San Antonio en el marcador.
Cuando el base reconvertido se fue al banquillo, los Rockets tampoco eran capaces de pasar la pelota por el aro. Mills desde el triple abría el primer gran hueco y cuando el candidato a MVP volvía a pista tras unos minutos de descanso en el segundo cuarto, la diferencia ya era de 18. Sólo Ariza, enchufadísimo desde el triple en casi toda la serie, y Capela, parecían tener ganas de jugar. Los dos jugadores que tenían que servir de generadores secundarios, Gordon y Williams tampoco mostraban interés o precisión, y sin resistencia, a San Antonio le bastaba con seguir el plan para continuar ampliando la ventaja. Houston era el equipo triste del año pasado, no la máquina que vimos, sin ir más lejos, hace un par de partidos, y el resto del partido fue una visita al purgatorio.
Aldridge no fue perfecto pero jugó su mejor (y más cómodo) partido y Pau volvió a parecer un protector de aro de élite. Popovich pudo aprovechar para dar carrete a dos jugadores inexpertos a los que va a necesitar en la próxima ronda, Simmons y Murray, y estos respondieron. San Antonio no tuvo siquiera que jugar el baloncesto explosivo que se presupone a una paliza de este tipo en 2017: la hemorragia de Houston fue interna.
En el polo opuesto, la noche de Harden, que sólo ha estado brillante en momentos muy puntuales en estos Playoffs, pero que ayer se marcó el partido más decepcionante que es posible imaginar. Fue la clase de actuación que hace pensar que hay algún problema detrás. No se si será físico, psicológico, sentimental, resaca de un quinto partido psicotrópico (que perfectamente le pudo dejar una conmoción cerebral, tras un codazo de Gasol que no pareció para tanto) o la maldición de Lil’ B a tope de power, pero el resultado fue tan paupérrimo que lo único que no parece es un simple mal día. Por lo que probablemente, lo será.
Los Playoffs siguen y los Spurs tienen un día más para recuperar a Leonard porque no se enfrentan a los Warriors hasta el domingo. A los Dioses del Baloncesto pedimos un poco más de lo que aquí hemos visto.
Sofi del día: Jimmy es un ídolo entre otras muchas cosas porque pese a que le gusten delgadas no se va hasta que canta la gorda. Quiere por igual a James Harden que a Bryn Forbes: si ha pagado, se ve el partido enterito.