Con el ‘hack-a-whoever‘ en máximos históricos y acercándonos a uno de esos fines de semana en los que el parón en la acción reúne a todo aquel que manda un poco en la NBA en un mismo sitio, vuelve a ser motivo de debate el cambio o no cambio de la regulación de faltas intencionadas sobre los pobres lanzadores de tiros libres.
Aquí lo tengo tan claro como irrelevante es mi opinión. Es tiempo de prohibirlo. Más bien, es tiempo de que cometer faltas deje de ser rentable.
Como en toda cosa importante, lo mejor es empezar por el principio. ¿Qué es el tiro libre? El mecanismo por el cual se trata de castigar a un equipo por cometer una infracción. Su único propósito es ese, y no más. Aunque esté ahí casi desde que Naismith inventase el deporte y su profundo arraigo lo haga intocable para la mayoría, no podemos perder de vista cuál es la finalidad por la que se utiliza. Ni dejar de recordar que en el fondo es una convención, elegida como pudo haberlo sido cualquier otra, y susceptible de ser cambiada.
Y ¿cuál es el problema? Que esa finalidad no se cumple porque hay jugadores que no son capaces de capitalizar esas oportunidades de anotar dos puntos desde la línea, y por tanto, los equipos rivales lo utilizan como una ventaja a su favor de la que hacer repetido uso, pervirtiendo por completo su única y original finalidad.
Olvidemos el espectáculo, del que ya hablaremos: la falta, que sólo debería ser un escarmiento para el equipo infractor, se ha convertido en una herramienta estratégica. Que por cierto, ya traspasa los límites de aprovecharse de los tiradores con muñecas de madera: no sólo del hack vive la picaresca. Se utiliza en los finales de partido para tratar de crear más opciones de dar la vuelta al marcador, en los últimos segundos de cada cuarto para obtener una posesión extra, para detener contraataques, bandejas, y otras posiciones ventajosas… es un virus que hemos dejado que se extienda por un supuesto caso de justicia: no dar bula a unos pocos jugadores. Y ojo, porque con los ataques cada día más proficientes, ya no son tan pocos. Ahora hombres con un acierto en torno al 60% se convierten también en objetivo, y cada día que pasa se incrementa la lista de afectados.
Y esa es la clave. Utilizar una falta para obtener una ventaja, parando además el desarrollo libre de la acción, es mucho menos respetuoso con el espíritu de un juego colectivo como el baloncesto, que no meter tus tiros libres, acción, además, puramente individual.
Decidimos seguir reincidiendo en conceder una ventaja al infractor, antes de plantearnos otorgar un simplemente percibido privilegio al agredido, y todo esto, porque allá por finales del siglo XIX, se decidió que la cuantía de la pena a una infracción en el baloncesto, estaría decidida por una habilidad concreta de aquel sobre quién se cometía. Esto de condicionar el castigo a los posibles de la víctima, concepto que sería estúpido en Derecho (o por mi bien, eso espero), es lo normal en este mundillo. Pero al contrario de otros deportes en los que las penalizaciones se pueden aprovechar de manera común por el equipo o por sus integrantes más aptos, el baloncesto, obliga al disfrute personal en soledad, convirtiendo en una cuestión de honor el maldito mantra del ‘make your free throws‘. Estamos atrapados en una dinámica en la que es más venerable un tramposo que alguien al que le falta la competencia para desarrollar una de las muchas destrezas que requiere este deporte.
Porque es así, las reglas creadas y reinterpretadas por la mano del hombre han acabado dejando sólo una habilidad en el deporte del baloncesto en la que se exige un mínimo de aptitud a todos sus componentes para poder formar parte del juego (y poder ser un ejemplo para los niños, que nadie piensa en los niños). El acierto en el tiro libre.
Una de las cosas especiales que tiene el baloncesto, es que cada persona es diferente y aporta unas habilidades distintas. Como en casi todos los deportes de equipo, los diversos roles dentro de una plantilla son a la vez seña de identidad y elementos enriquecedores de la experiencia. Se puede ser una estrella en esta Liga sin tener la más mínima capacidad para poner tapones, o para tirar de tres. Hay quien sobrevive en una plantilla sin ser fuerte, ni atlético, ni rápido. Hay millonarios con una inteligencia baloncestística cuestionable y otros que no podrían pasar ni la sal de mesa. ‘Get your rebounds‘ o ‘bring your steals‘ no son frases hechas. Aunque asimilamos la existencia de características personales, hemos decidido, circunstancias de la vida, que va a haber una puntual e imprescindible en la que no vamos a conceder ni el más mínimo pase, el tiro libre. Pese a que para triunfar en el juego colectivo, aquel que se juega entre silbato y silbato, se pueda participar sin tirar jamás a 15 pies de distancia de la canasta.
Para comprobar lo arbitrario de la situación, un experimento. Probad a poneos en situación, imaginad por ejemplo, que desde el principio de los tiempos se hubiese puesto en marcha un sistema como el de las técnicas para todas las faltas, y el encargado de lanzar el tiro libre fuera cada vez un jugador a elegir de todos los que están en pista. Ahora, el comisionado de este mundo alternativo, Silam Adver, propone un cambio al contrario: obligamos a lanzar al jugador sobre el que se comete la falta. ¿Qué creéis que pasaría? Pues sería un sistema duramente criticado, ya que es evidente vaticinar que el número de faltas y el uso de esta como estrategia incrementaría, y los equipos menos deportivos serían los más beneficiados. En la mayoría de deportes, por cierto, se aplica la regla de este modo. Existen los especialistas en penas máximas, y no se espera que todos los jugadores lo sean.
Viendo ejemplos así es curioso como un cambio a favor de la corriente tiene tantos opositores, dispuestos a morir en esa colina, incluso aunque nos fastidie el espectáculo. Porque no hay nadie en su sano juicio, salvo quizá algún advenedizo con tendencias sado que se acerque a la NBA para disfrutar del sufrimiento ajeno, que se lo pueda pasar bien viendo a un equipo interrumpir constantemente el juego para lanzar tiros libres. Es aburrido, es dantesco, convierte los partidos en interminables, y no se parece en nada al baloncesto.
A lo largo de los años se han modificado normas y reglas para hacer el deporte más divertido, que han acabado beneficiando a algún prototipo de jugador más que a otro, y no ha pasado nada, nadie ha muerto, ni ha habido que llevar a David Stern al Tribunal de La Haya. Y para mi gusto personal, encima han dejado a la NBA en una de sus épocas más brillantes y cuquis. El esparcimiento debería ser motivo suficiente para tratar de ponerle coto a esta pantomima.
Porque hay una cosa que está clarísima: no va a parar sola. Los jugadores señalados no pueden mejorar mágicamente de un día para otro, aunque se lo propongan. El «que metan los tiros libres» igual es la mejor de las soluciones, y cabe en 140 caracteres para marcarte la sentencia en Twitter y te sobra espacio para poner un GIF a juego, pero también es la única imposible a corto plazo.
No sólo es cuestión de que yo me lo pase mejor y pierda menos horas de mi vida viendo baloncesto, sino que, sinceramente, creo que además es lo más justo.
Y si te he ganado, o ya venías convencido de casa, ahora viene la segunda parte. ¿Cómo lo arreglamos? Si por mi fuera, modificaría la regla de la manera que propone Henry Abbott, permitiendo a un equipo que recibe una falta cuya recompensa sea tiros libres, declinarlos, y volver a empezar la posesión de cero, con 24 frescos segundos en el reloj de posesión.
No sólo eliminaría potencialmente el Hack-a-Whoever (se quedaría sin incentivos, salvo que algún entrenador proponga detener el juego por detenerlo cada vez que intuya peligro), acabaría también con las faltas intencionadas para obtener una posesión extra a final de cuarto y (profundizamos en nada) con las faltas al final de un partido. Con lo que no podría acabar es con el instinto de hacer falta al obtener el equipo atacante una posición ventajosa, y aquí es donde todavía existiría un pequeño incentivo para detener a aquellos jugadores que tiran peor los tiros libres: si ves a Andre Drummond continuando hacia el aro y te da tiempo llegar a hacerle falta, irás a por él. No se puede tener todo en esta vida, y, en todo caso, la única ventaja estratégica se obtendría dentro del flujo de juego. Y habría que ser cuidadoso haciendo este tipo de faltas: el jugador podría anotar la canasta, convirtiendo el tiro libre en adicional, o el árbitro podría considerar la falta flagrante.
La parte que entiendo que puede ser controvertida de esta solución, es que reduciría al mínimo las faltas en los típicos finales de partido, en los que, a falta de varios segundos, un equipo gana por más de dos posesiones. A mí me parece perfecto, ¿nunca habéis soñado con qué sucedería si en lugar de convertir el final de un partido en un carrusel interminable de faltas, el equipo perseguidor tuviera que ser agresivo en defensa si quiere ganar? ¿No os parecen rutinarios y decadentes esos finales en los que se hacen faltas por el qué dirán, con toda esperanza perdida? Esto ya es una cuestión de gustos, pero yo quiero ver un partido de baloncesto decidido por lo que ocurre en la lucha entre diez participantes, no en la guerra interna de uno solo.
De nuevo, con el ‘make your free throws‘ convertido en un axioma habría mucha gente que sería difícil de convencer. Pero, ¿por qué es mejor para certificar una victoria ver a un jugador solo en la línea que ver a un equipo entero tratando de sacudirse una presión a toda la pista o resolver un dos-contra-uno a uno de sus hombres? Se podrían dar la vuelta al mismo número de partidos (o incluso más), y lo único que habría que perder es el miedo reverencial a que el tiro libre siga siendo elemento diferencial. Cuantos menos haya, los tire quien los tire, mejor.
Porque, plantéatelo. ¿De cuántos tiros libres míticos en la Liga te acuerdas?
Mario, conmigo has conseguido el objetivo.
Me considero un puretas de los de «mete los p**** tiros libres», y veo esa cualidad algo basico, ya que se ha demostrado que con trabajo se mejora notablemente, no es algo innato llegar a un 70/75% de aceirto (el caso que se me ocurre es Malone). Y a un profesional se le puede exigir perfectamente que trabaje sus cualidades. Pienso lo mismo con un jugador al que le sobran 35 Kg, puede jugar, pero no sera competitivo en determinadas situaciones. Lo mismo con un mal tirador de libres en finales de partido.
Pero diciendo todo esto, me has convencido con los ultimos argumentos!! jaja
Me aburren soberanamente los finales de partido en los que queda 1 minuto de tiempo de juego y se convierten en 25 de reloj.
Estoy de acuerdo en que seria mucho mas deportivo ver a 5 tios defendiendo a muerte para robar el balon sin hacer falta y poder hacer canasta.
Ahora bien, con tu regla, no habria existido jamas el tiro libre de Jordan con los ojos cerrados que le dedica a Mutombo, cierto? Ese tiro libre si que lo recuerdas seguro jajaj