Estamos en tiempo de playoffs y como es ya habitual en La Crónica Desde El Sofá cada día tendréis una pequeña crónica de lo que hemos visto la noche anterior (o probablemente durante el día tranquilamente) y al final, el Sofi diario…
Sin Kyrie Irving, ni por supuesto Kevin Love, LeBron James destrozó a Atlanta (30-9-11 en 26 tiros, +20 en 39 minutos), recordando al universo baloncestístico que pese a llevar dos años sin premios al jugador más valioso, nunca ha dejado de ser el mejor.
Y con Carroll jugando limitado tras lesionarse en el primer partido, y Korver y Horford saliendo del partido por golpes en las rodillas cuando ya pintaba el partido decidido en el último cuarto, las opciones de unos Hawks, que no pueden parar a LeBron, de llegar a las Finales pintan reducidas al mínimo.
James empezó anotando, poniendo a prueba a Carroll en ataque y defensa, y dejando el primer cuarto con 13 puntos. A partir de ahí se dedicó a aprovechar toda la atención que los Hawks le prestaban para repartir caramelos, primero a Mozgov en la media distancia cuando los que ayudaban eran los hombres altos de Atlanta, y luego fuera de la línea de tres puntos, donde Shumpert y Jones especialmente, pudieron aprovecharlos, abriendo el partido en canal de nuevo en el tercer cuarto y dejando sin historia la segunda parte.
Los Hawks han hecho durante todo el año del dos contra uno su mejor argumento defensivo, pero contra LeBron es imposible, porque encuentra siempre al jugador sin asignación, sea quien sea, dentro o fuera. No vale con ir mandando a un segundo jugador diferente cada vez, Atlanta se tiene que obligar a rotar sobre el jugador que quede libre y asumir que la defensa pueda desordenarse. No tienen otra opción, porque así están siendo derrotados, y cuando se animan a enfrentarse a James sin ayudas, con un desvalido Carroll o el pequeño Bazemore, están igualmente condenados.
Por otro lado, los Hawks siguen sin ser en ataque el mismo equipo de la temporada regular, y por muy buena que la defensa de los Cavs esté siendo, los primeros culpables son ellos mismos. El equipo, ciertamente preocupado por la sangría en el rebote (decisivo Thompson en estos dos primeros partidos), no llega rápido a posiciones de ataque, y elige no circular el balón, quedándose sin argumentos cuando todavía no ha empezado ni siquiera la jugada.
Hay movimiento de hombres, muchos bloqueos indirectos, pero rara vez Atlanta da dos o tres pases hirientes en una misma posesión. El mejor ejemplo son los intentos de meter a Korver en el juego en los primeros compases del partido, que resultaron planos y huecos, incapaces de sacar fuera de posición la defensa de Cleveland. Alguna vez el pánico a Korver fuerza algún cambio que deja un emparejamiento favorable a Horford en el poste bajo, y en el primer cuarto lograron sacar faltas a Shumpert y Dellavedova persiguiéndole, pero fuera de la anécdota, los Cavs estuvieron cómodos defendiendo uno contra uno y ayudando principalmente sólo en la pintura.
Es cierto que con las forzadas bajas de Irving y Love, y con JR Smith desde el banquillo, el de los Cavaliers es un magnífico quinteto defensivo, con tamaño, movilidad y lo más importante, sin eslabones débiles. Teniendo en cuenta los retornos decrecientes en ataque cuando todos están sanos y el tremendo daño que un imperial LeBron puede infligir prácticamente solo en la dirección, estos Cavaliers con bajas son más equilibrados y prácticamente igual de eficientes. Al menos contra Atlanta.
Cuando desde megafonía se anunciaba que «sólo quedaban 16 minutos de baloncesto en Atlanta» para tratar de motivar al público a un último esfuerzo, me temo que el propio speaker no calculó del todo lo literal que estaba sonando esa frase.
El sofi del día: Los Hawks salieron anoche con la molona (¡y mal hecha!) réplica de la camiseta retro de la época de ‘Nique, y consiguieron con ella el mismo éxito que tradicionalmente cosechó Wilkins en Playoffs (aquí hemos sido innecesariamente malos). Muy raro ver estos uniformes en Playoffs, pero por supuesto, nos encanta.