18 días han pasado desde que se abrió la veda para negociar con agentes libres, y Greg Monroe sigue sin equipo. Seguramente sea, junto a Eric Bledsoe, el mejor jugador de los que quedan. Y aunque en la situación de ambos pesa mucho el hecho de que ambos sean agentes libres restringidos, parten de situaciones totalmente opuestas.
Lo de Bledsoe se puede explicar entendiendo que la posición de base pasa por uno de los mejores momentos de la Historia de la NBA, con una gran cantidad de jugadores de gran nivel en la posición, y apuestas prometedoras en algunos de los equipos que más presupuesto tenían este verano. Hay otro motivo que puede asustar a algunos pujadores, y es que entre suplencias y lesiones, Eric ha jugado muy poco en la NBA. Nunca ha llegado a los 2.000 minutos, y apenas ha pasado los 1.500 desde su año de novato. Además, su propio equipo, con Dragic e Isaiah Thomas, urgencias no tiene. Pero no estamos para hablar aquí de él, sino de Monroe, por el que sólo los Blazers, proponiendo un traspaso, parecen haber preguntado en serio y con insistencia.
Greg sólo se ha perdido 3 partidos en 4 años en la Liga, y tardó apenas un par de meses en convertirse en titular indiscutible. Lleva 3 años asegurando prácticamente un 15/10 con 2.5 asistencias y un 50% de tiro. No encontramos más de 10 jugadores en la NBA con mejores números individuales que esos en las tres categorías, si hacemos el corte por sus guarismos, y su tamaño le hace perfectamente adecuado para jugar de pívot, la posición siempre más difícil de rellenar, y con más escasez de talento de todas.
Acabará con un buen contrato sea donde sea (los Pistons, al parecer, han puesto unos 12 millones anuales encima de la mesa), y un papel importante. Pero en un verano en el que Hayward o Parsons han firmado contratos de larga duración por el máximo, debería haber equipos pegándose por él. ¿Cuál es su problema? Que la NBA actual mira por encima del hombro a aquellos hombres altos que no pueden cerrar el aro, o tirar muy bien de 3, o como mínimo, de media distancia. Defensa y/o espacio, que son herramientas que Monroe no tiene en su caja, han ganado en la lista de prioridades al juego al poste bajo y el equilibrio entre exterior e interior.
El cásting en versión NBA del #TrueDetectiveSeason2 para rellenar los dos puestos interiores en un equipo, pasa por desear a un hombre alto excelso en tareas defensivas, y como esto suele venir asociado a unas manos de piedra, se compensa con tiro y espacio, incluso con aleros fornidos jugando a ser eso del «cuatro abierto». Van Gundy es uno de los creyentes, utilizando a Rashard Lewis como complemento de Dwight Howard, y convirtiendo en millonario a Ryan Anderson. ¿Qué es lo ideal? Tener a alguien que lo aporte todo, intimidación y rapidez, que pueda tapar el aro y salir a puntear un 4 tirador; y que en ataque no estorbe: con rango de tiro desde la línea de tres, o como mínimo, una comodidad demostrada al poste alto. Si encuentras eso, puedes juntarlo con quien sea, sin más consideraciones, y aprovechar habilidades más sutiles como las de Greg. Pero jugadores así hay muy poquitos (de alto nivel, pongo, y estirando el chicle cada uno por un motivo, a cuatro en la lista: Ibaka, Noah, Anthony Davis, Marc Gasol). Ningún puesto al lado de estos está libre (el de Pelicans me parecía perfecto para él, y cuanto más lo pienso más me gusta), y hasta que no aparezca un nuevo Garnett, Greg seguirá sin tener la pareja perfecta.
Monroe, por tanto, se encuadraría, con las diferencias en estilo y distancias pertinentes, en un grupo que habita gente con el gusto por la anotación interior como medio y fin, no sólo por las claras limitaciones atléticas, sino incluso por el deseo de agradar, junto a Zach Randolph, Al Jefferson, Brook Lopez, Nikola Pekovic, David Lee, Nikola Vucevic, Chris Kaman, Luis Scola, Carlos Boozer, Carl Landry, Jared Sullinger, Andray Blatche… o el Pau Gasol y Amar’e Stoudemire recientes. Muchos de estos jugadores han firmado un contrato por el máximo al que aspira Greg o algo similar, pero una gran parte de los que lo han hecho, han sido carne de rumores prácticamente toda su carrera, porque en sus franquicias no se los han acabado de creer. El único componente de este grupo en la élite ahora mismo es LaMarcus Aldridge, un jugador tímidamente discutido hasta el sensacional comienzo de los Blazers el año pasado.
Salvo que tenga la suerte de jugar con uno de esos jugadores ambivalentes de los que hablamos arriba, o se junte a un juego exterior poderosísimo, el mejor caso realistícamente probable en un futuro inmediato para Monroe está cerca del papel de Big Al Jefferson en Charlotte o el propio Aldridge en los Blazers. Feliz, como foco principal del ataque en un equipo joven, que si crece junto, y va añadiendo las piezas adecuadas, puede hacer algo de ruido. Pero con todos los directivos de la Liga buscando como locos el home-run, la acumulación enfermiza de huidizas estrellas, proyectos así no hay tantos, requieren acierto continúo, y están alejados de los focos.
Lo cierto es que una propuesta similar se estaba forjando en el mismo Detroit. Su segunda temporada fue sensacional, y con 22 años, todo invitaba a crear un proyecto que lo tuviera como protagonista. Pero la llegada de Drummond a su misma zona de influencia, una compañía desigual en las posiciones exteriores, la inestabilidad en el puesto de entrenador, y los errores de Dumars al rodearle, han hecho que su producción se estanque las dos últimas temporadas (en una nueva posición para él). Decíamos que Monroe lleva ofreciendo lo mismo consistentemente los tres últimos años, y eso es parte del problema: a su edad no necesitamos que haga lo mismo, queremos ver cada vez más.
Y aquí podemos echarle la culpa a su convulsa situación, o por otro lado, creer que los jugadores de primera clase han sabido reponerse a inconvenientes similares sin excusas. Y eso es lo que alimenta su incógnita. A mí Monroe me parece un jugador predestinado a ser descubierto para el éxito de crítica y público, cuando por fin encuentre un equipo que sepa entender su sensibilidad para el pase y esa falta de egoísmo que tan a menudo se confunde (alguna vez incluso, con buen tino) con carencias en el deseo y la agresividad. Tiene la lucidez para mantener una jugada viva, y resetear cuando ve que no va a ningún lado, pero eso sólo se aprovecha con unos compañeros en sintonía, y un entrenador que haya construido uno de esos ataques estructurados, pero vivos, en los que leer la defensa y reaccionar de acuerdo a lo visto.
Hasta que llegue ese momento, es posible que continúe deambulando, y cumpliendo el expediente sin mucho más. Los equipos que más podrían beneficiarse de un talento así, no pueden permitírselo, pero Monroe es un jugador ya maduro que merece una oportunidad que pueda sacar lo mejor de él.
No van a aparecer unos pies rápidos debajo de ese cuerpo, y cada pick-and-roll que le ponga a defender el entrenador rival (sobre todo si no tiene otra línea de defensa), va a ser una locura. Y no es más que un correcto raspado en la media distancia. Pero puede JUGAR (con mayúsculas), rebotea, que es una contribución defensiva, aguanta las cargas en el poste y sale a los codos de la zona en ataque lo suficiente para obligar a respetarle.
Quizá no encuentre nunca esta situación casi ideal, y este verano parece que pasará sin buenas noticias en ese frente. A lo mejor simplemente quedándose, con otro año más entendiendo como poder camuflar sus limitaciones cuando juega de ala-pívot, algún cambio de cromos (el experimento Smith no ha funcionado) y Van Gundy, convirtiendo a Drummond en una realidad defensiva, y una amenaza cada vez que los Pistons tiran de sus jugadas de cuernos, pueda tener lo que necesita quedándose en la casa postiza que le dio la NBA. Esto también es parte del juego.
Mientras, Monroe sigue siendo otro más en el anden esperando su tren.