Gran partido (sobre todo la primera parte) para dar el comienzo a las Finales de este año, y San Antonio, que no salía con la pole, se ha puesto delante en la primera curva.
Una canasta en la ultimísima décima del reloj de posesión, tan cerca del final, que podría ilustrar un debate sobre paradojas relativistas, decidió que el primero sería de los Spurs. Una jugada rota resuelta a la remanguillé por Parker, dejaba a Miami con tan sólo cinco segundos para remontar una distancia de dos posesiones, y fue más que suficiente.
San Antonio volvió a blindar la pintura y a encomendarse al desacierto exterior rival, y perdiendo sólo cuatro veces el balón y sin cargar el rebote ofensivo, evitaron los puntos a la contra de Miami. Por poner en perspectiva lo de las pérdidas, este es el undécimo partido de Playoffs en los últimos 28 años (los que nos permite consultar Basketball-Reference.com) en el que un equipo pierde 4 balones o menos, y la tercera vez que ocurre en unas Finales en ese rango de tiempo.
Y ninguno de esos balones los entregó su director titular de juego, Tony Parker, que, simplemente, controló a la perfección el partido. No fue un imposición de dominio, sino un gobierno continuado del ritmo, en un papel algo menos agresivo al que él acostumbra. El ataque de los Spurs anoche fue conservador, pero constante, porque estaba al dictado del francés.
En la primera parte, los dos equipos se fueron al descanso con un buen porcentaje de acierto desde el triple (40% ambos, con Miami intentando 15 por 10 de San Antonio), y en la segunda, ambos estuvieron en torno al 20%, por lo que no podemos echar la culpa a una diferencia de acierto. Según pasaron los minutos, los tiros dejaron de entrar, y el mejor ajuste que Popovich podía hacer, visto así a toro pasado, fue no hacer absolutamente nada. Tener la paciencia y entender, que pese a que Miami llevaba seis triples al acabar la primera mitad, y Bosh estaba acertando lo suficiente para ser una amenaza en la media distancia, era mejor esperar a que Miami empezara fallando por ahí, que abrirle las puertas de su zona lo más mínimo a LeBron.
James, que acabó con un triple-doble, fue convertido en distribuidor por el esquema de San Antonio, y como le ocurrió a veces en la anterior serie contra Indiana, hasta él mismo se acabó convenciendo de que la trampa era mayor de lo que era, y para mi gusto, pudo haber sido más egoísta, sobre todo cuando los cambios le emparejaban, aunque lejos de la canasta, con Tony Parker.
Hay que entender el contexto también, anoche sólo se pitaron 24 faltas, un número muy bajo para un partido de NBA en general, y más, para un partido de las Finales. Aquí entramos en una petición de principio: se pita poco, en parte, porque se jugó lejos de los aros, y acabamos en si viene primero el huevo o la gallina, pero cuando la acción se acercaba allí, LeBron mediante incluso, no sonaban los silbatos. Si pasamos del refuerzo positivo habitual, al castigo negativo, se entiende un poco más la situación en la que se vieron ambos equipos.
En definitiva, es un partido de 175 posesiones, en el que la diferencia ha estado en 2. La paridad fue grande, ningún equipo tuvo errores de bulto o algo que tengan que marcar en rojo para corregir en el siguiente. Siguió en general el guión esperado, y la única mala noticia del espectáculo, es que queda un partido menos para que acabe la temporada, y ya se empieza a ver el final.
El detalle: En una de las repeticiones del pisotón no intencionado de Danny Green a Mike Miller, se pudo ver claramente en la lengüeta de sus zapatillas, las Zoom Soldier VI, el logo de… LeBron James. El jugador al que se tuvo que encargar de defender en varias posesiones. Sé que ocurre a menudo, pero me sigue haciendo gracia, que los jugadores lleven calzado que rinda homenaje a sus rivales más directos.