En una jornada (repartida en dos días) en la que el equipo de casa, y por tanto, favorito teórico, había ganado todos los partidos, Thunder no tenía pensado ser el único en dar la nota, y de hecho, su victoria es seguramente la más clara de todas.
Salieron fuertes y Houston tardó más de seis minutos en anotar su primer tiro de campo. El equipo de Brooks se replegaba más rápido que de costumbre quitándole a los Rockets cualquier posibilidad de correr, mientras que ellos sí lo hacían, algo que Houston tardó en ajustar. Harden (al que el público, desgraciada e incomprensiblemente recibió con abucheos) fallaba sus primeros tiros, y le buscaban en defensa donde OKC consiguió un par de canastas fáciles haciendo cortar a su hombre.
Brooks empezó a tirar de un banquillo capitaneado por el inoperante Fisher, y McHale simplemente retiró de la pista a Greg Smith, su eslabón débil y se hizo pequeño. Dejó tres titulares en pista junto a Delfino y Beverley, que con 8 puntos en la primera parte revolucionó el partido, y Houston llegó a empatar.
Pero cuando el quinteto titular (Perkins incluido) volvió a la pista, OKC despegó de la misma manera que al comenzar el partido. Los tapones en la ayuda de Ibaka (gran partido el suyo en ambos lados) y los robos a Lin, que jugó una primera parte desastrosa (3 pérdidas, sólo 4 puntos y 5 tiros fallados), generaban canastas fáciles al otro lado, para marcharse al descanso con una ventaja de 13 puntos y lo que podía haber sido un parcial final de 10-0, que Harden congeló recorriendo toda la cancha en los 3 segundetes que le dejaron.
Westbrook tenía un 10-7-7 en el boxscore a mitad del partido (se quedó a dos rebotes del triple-doble, sin jugar un segundo en el último cuarto), y aunque como de costumbre, Durant anotó más y algo mejor, Thunder no hubiera sido lo mismo sin la agresividad suicida de Russell, que obligaba, como si su torso ejerciese una iracunda fuerza gravitacional, a todos los defensores de los Rockets a salirle al encuentro al corazón de la zona.
En la segunda parte OKC jugó tranquilo, administrando la ventaja, sabiéndose superiores. Cuando hasta Perkins se permite el lujo de convertirse en el playmaker en un contraataque, es probablemente momento para el rival de empezar a pensar en el siguiente partido, aunque aún estés a mitad del tercer cuarto. La distancia se fue abriendo poco a poco, en 10 puntos más, y en Oklahoma City la metía hasta el espectador que sacan a tirar desde el centro del campo: 20.000 dólares de premio.
En el último cuarto hasta Fisher se apuntó a la fiesta con un par de triples, y llegaron a los 100 puntos cuando Houston todavía no estaba en 70, momento en torno al cual, los titulares que quedaban, desaparecieron de la pista para no volver.
OKC es muchísimo mejor equipo, pero Houston todavía puede robar algún partidillo de esos en los que meta 15-20 triples y Harden se sienta flex. Horríficos en el tiro, como anoche, no va a ser. Unos cuantos jugadores de su plantilla aún presentan carencias en aspectos básicos del juego, y simplemente, todavía no tienen la menor idea de cómo parar a OKC. Con este ya son cuatro los partidos que han jugado entre ellos este año, y en ninguno ha metido Thunder menos de 119 puntos.
Cuando entrevistaban a Durant tras el partido, por la megafonía del Shakespeare Arena, y para los pocos aficionados que quedaban allí, ya que alguno se fue antes, se podía oír el «Takin’ care of business». Vaya si lo hicieron.