Regalo de Navidad

Ya tengo mi regalo de Papa Noel. Aunque todavía sea un niño, según voy dejando mi fecha de nacimiento atrás, ya no recibo regalos en Navidad como antes, ni los pido, por descontado. Pero este año es diferente. Había uno que hacía especial ilusión, y que no me lo tenía que dar nadie cercano. Me hubiera gustado que me lo hubieran dado aún antes, pero tampoco nos vayamos a quejar. Voy a ser el niño más feliz con su regalo.

La NBA debería volver el 25 de diciembre, en el Madison Square Garden nada menos, para alumbrar aún más el bullicio de la Navidad neoyorquina. 149 días de cerrojazo patronal que a falta de los habituales flecos de los contratos deben dejar paso a uno de los meses más frenéticos de la historia de la Liga. Según salgamos de este periodo de negociaciones, habrá que hablar de renovaciones, fichajes y traspasos, y una pretemporada condensada dará paso a una competición abierta e interesante que tantas ganas teníamos de disfrutar.

Parecía tan lejos, y ahí vuelve a estar, a menos de un mes.

El acuerdo es una clara victoria de los dueños, que son los que siempre han tenido la sartén por el mango. Ellos controlan el dinero, ellos echan cuentas, ellos son los que menos perdían. Eso sí, aplaudo el empeño de los jugadores en dejarse mangonear lo menos posible. Aunque lamente mucho este mes perdido, siempre he estado de su parte y creo que lo han hecho lo mejor que han podido.

Era una partida con cartas marcadas en la que ellos solo podían jugar a perder lo menos posible. Después de todo, esta negociación es un microcosmos de una situación actual mucho más grande, y ellos aquí, sin que sirva de precedente, son el 99%. Pero han sabido plantarse en el momento exacto.

Si se juegan 66 partidos como parece ser la idea, solo perderán el cheque del primer mes, algo que se compensa con todo el terreno recuperado desde septiembre. Haber perdido la temporada entera sí hubiera sido contraproducente, y les hubiera dejado una única opción para recuperar el status quo: una verdadera revolución, algo que dejara un invierno nuclear a la altura de la primera intifada con guijarros.

Son los que más han perdido de los dos bandos, y estaba claro que tenía que ser así, pero han muerto de pie, y no han dejado que la bola arrastre y arrase a los verdaderos perdedores, aún más que los aficionados, que son los trabajadores de a pie, los que les ponen las camisetas en los vestuarios, los que te ponen el cheddar y el guacamole en los nachos. Esperemos que los trabajadores hayan aguantado.

Al final, el único avance conseguido esta semana parece ser el del sistema: el movimiento de jugadores será más complicado que con el antiguo convenio, pero no tanto como los propietarios deseaban. Del acuerdo final se ha caído la infame «Carmelo Anthony Rule» que no permitía a un jugador renovar su contrato después de ser traspasado.

Ya analizaremos con calma cuando se conozcan todos los detalles del acuerdo final. De momento, por lo que conocemos del acuerdo, la duración de los contratos se reduce a 5 años en el caso se una renovación o 4 para agentes libres, no se reduce el salario de los rookies ni el mínimo, y el máximo pasa a ser un 30% del tope salarial para todos, la excepción de nivel medio pasa a ser un contrato de 5 millones durante 4 años para equipos que no paguen impuesto de lujo, 3 millones y 4 años para los que sí lo hagan, y los equipos se acabarán viendo obligados a usar al menos el 90% del tope salarial en un par de años. En definitiva, se complica un poco más el movimiento de jugadores entre franquicias, pero uno sigue sin tener claro si eso realmente ayudará a la igualdad.

La Crónica vuelve, la NBA vuelve, el baloncesto vuelve… Felicidad.