Reebok Kamikaze

Reebok Kamikaze

Hoy inauguramos oficialmente la sección El Laboratorio, que básicamente va a tratar y va a contener todas las reviews que hemos ido haciendo y las que vendrán. Para empezar (o seguir, según se mire) nos vamos a por un clásico de entre los clásicos las Reebok Kamikaze, o lo que es lo mismo, el modelo que la firma inglesa (sí, Reebok en su fundación fue de las islas británicas) hizo para el mítico Shawn Kemp allá por la temporada 94-95, hoy vamos a analizar esas zapatillas que justamente este mes de febrero se han vuelto a reeditar y que podéis encontrar dentro del #ApprovedHeat de Footlocker.

Características

Como bien hemos dicho antes, estas Reebok Kamikaze salieron a la venta hace justo ahora casi 20 años, se editaron por primera vez después del All-Star del 95 y el modelo que justo ahora se ha reeditado es exactamente el mismo que hace casi 2 décadas, es decir, misma tecnología que por entonces y teniendo en cuenta que 20 años son muchos, esas características pueden estar algo obsoletas hoy en día, pero vamos a por ellas que no dejan de ser interesantes.

La principal característica ténica de las Reebok Kamikaze es el sistema Hexalite, que por aquel entonces era la gran marca de la casa de la gente de Reebok, este sistema de amortuguación se encuentra en la parte posterior de la suela, en la zona del talón y es visible a través de la suela, donde podemos ver esos pequeños hexágonos formando el Hexalite.

Reebok Kamikaze

Pero lo que más impresiona de las Kamikaze es sin duda su diseño, impactó en su día y después de todo este tiempo sigue siendo totalmente actual e impactante. Este modelo que analizamos tiene unos colores que podríamos decir que quedaría muy bien con una camiseta de los Kings ya que ese azul amorado es realmente bonito.

Lengüeta grande, como marcaban los cánones de la época y con logos pequeños, casi ocultos, algo no muy de la época que hacía de estas Kamikaze algo realemente diferente y que Kemp llevó de forma brutal con un modelo en blanco y negro con un pequeño toque verde a juego con el color de los extintos Sonics.

En la pista

Pero vamos a por la gran curiosidad, como rinden estas Kamikaze hoy en día en pista? Pues la respuesta es que realmente bien, mucho mejor de lo esperado para unas zapatillas que ya tienen 2 décadas.

El Hexalite se nota, pero tal vez se haya quedado ya un poco antiguo viendo lo que los modelos actuales están usando para amortiguar, con lo cual aquí te queda una sensación de que falta algo.

IMG_0882

En cuanto al agarra a la pista, la suela de las Kamikaze responde muy bien, así como el acople al pie, donde el tobillo queda muy bien sujeto y protegido. Estas Kamikaze no son unas ligeras, pero con la mentalidad de 20 años atrás, te das cuenta que sí, que por aquel entonces fueron la bomba, ya que si hoy en día podríamos jugar con ellas, no os quiero ni pensar en aquella época lo que supuso estas Kamikaze.

En la calle

Una de las partes que más os está gustando de las reviews es nuestra visión del día a día de las zapatillas que comentamos en El Laboratorio. Las Reebok Kamikaze son un claro ejemplo de una zapatilla retro que puede perfectamente ser vestida para todos los días y donde el diseño se mezcla de forma perfecta con una muy buena sensación en el pie, eso aún soltando un poco los cordones. Así que con vaqueros o con bermudas, unas Kamikaze siempre van a quedar genial

IMG_3316

Además, Reebok está empezando a sacar muchos colores de las Kamikaze, con lo cual jugonismo por todos los lados con esta reedición que podéis encontrar ya dentro del #ApprovedHeat de Footlocker.

Voltaje alterno

Ahora que el éxito de la franquicia antes conocida como Seattle Supersonics les ha llevado a las Finales, y que la ciudad del noroeste de los Estados Unidos intenta cerrar el acuerdo para construir un pabellón y volver a reescribir su Historia, entre manifestaciones de júbilo de los aficionados de la ciudad, nos paramos a recordar una figura fugaz que dejó su marca en los Sonics y cuya influencia todavía se respira en la NBA pese a lo efímero de su carrera y lo poco que ha perdurado su recuerdo. Estamos hablando de Slick Watts.

Nacido Donald Earl, Watts empezó su carrera en la NBA de rebote, tras salir de la Universidad de Xavier, y no ser elegido en el Draft. Con su 1.85 de estatura, tiró de enchufe, para conseguir que Bill Russell, entrenador y GM de los Sonics por aquel entonces, y primo del entrenador de Xavier, le pusiera a prueba. Se plantó con 37 céntimos en su bolsillo (según él) en Seattle, y se hizo un hueco en el equipo.

Slick, era un jugador nada convencional, empezando por su aspecto. Jugando al fútbol americano en el instituto, un linebacker pisó su cabeza y le dejó una enorme herida en la cabeza, y tras ser rapado en el hospital, su pelo empezó a crecer de manera desigual. Visto el panorama, Watts decidió que lo mejor era raparse siempre. Era elegir entre que sus compañeros y amigos le llamaran Cabeza-Mapa o Bola de billar. Él prefirió lo segundo, pero realmente no tenía elección: iba a ser el bicho raro hiciera lo que hiciese.

Pero su calvicie completa, tan distintiva como era, la primera recordada en la NBA, fue simplemente precursora de su verdadera seña de identidad: la cinta en la cabeza. Se la empezó a poner en la Universidad, después de ver las estrellas al quitarse la cinta adhesiva que trató de usar para evitar que le resbalara el sudor. Y no fue el primero, porque Wilt Chamberlain ya la había llevado, pero él decidió darle el toque personal, e inclinarla, y al unir su calva y reluciente cabeza con la cinta de lado, empezó algo más que una moda, que ahora tiene más fuerza que nunca.

Entró en un equipo en el que Downtown Fred Brown jugaba de base con vocación tiradora y anotadora, y él se hizo un sitio ofreciendo el contrapunto de la penetración y el pase, jugando casi 1500 minutos en su temporada de novato, 19 partidos de titular y quedando 3º en la elección de Rookie del Año. Su estilo era adorado por el público: de lucha constante, no paraba de trabajar, moverse e incordiar al rival. Perturbaba el ataque del equipo rival de manera poco ortodoxa y fuera de todos los esquemas establecidos, ayudado por el sistema defensivo que implantó Russell, con muchas rotaciones en defensa, e intimidación en el poste bajo para arreglar los desajustes. Al mismo tiempo, su hiperactividad y su gusto por lo imposible, le llevaba a perder muchos balones en ataque y a elegir tiros desastrosos. No era un pasador natural, pero creaba multitud de oportunidades de su penetración constante. Su tiro era nulo, pero era capaz de finalizar bastante bien en el aro, con acrobacias de otras épocas.

Pese a su locura e ineficiencia, se convirtió en el favorito de los aficionados, ya en su primera temporada. Su llegada inesperada y humilde, que tanto gusta en E.E.U.U., sumado a lo espectacular de sus acciones (cuando le salían), su constante trabajo de albañilería, su look marciano, su carácter afable, y las descacharrantes citas que ofrecía a los cronistas del equipo, se convertía en un cóctel irresistible para el aficionado. Imaginad esta mezcla en la era Twitter.

En su segundo año los Sonics trajeron otro jugador exterior para ayudarles a Brown y a él, Archie Clark, pero a pesar de que su llegada le mandó de vuelta al banquillo, Watts tuvo aún más minutos, distribuyendo el balón y forzando pérdidas con su arriesgada defensa. El equipo se clasificó para Playoffs, eliminando a Detroit en primera ronda. Watts que fue la inspiración para la victoria en el tercer y decisivo partido según Russell, mostró su divertido carácter al hablar de su juego en aquel partido. «Le eché un vistazo a mi casa antes del partido, y vi que no tenía muebles suficientes. Sabía que con el bonus por llegar a primera ronda de Playoffs no iba a ser suficiente».

Pero tampoco pudo comprar muchos muebles más, porque en segunda ronda perdieron ante los eventuales campeones, los Golden State Warriors de Rick Barry. Watts metió 24 puntos en el sexto partido que certificó su eliminación, pero no fueron suficientes.

Ese verano, los Sonics traspasaban a su estrella, Spencer Haywood, a New York, y a Archie Clark, dejando el equipo en manos del dúo WattsBrown, y el pívot de segundo año Tom Burleson. Y en parte, Watts es responsable del traspaso de Haywood. Spencer, que quería ser reconocido como el héroe de la franquicia en todos los estamentos, veía como los fans estaban con el muy inferior Watts. De hecho, se cabreó con los aficionados de la ciudad, porque cuando los rumores de que iba a ser traspasado a New York aparecieron, a nadie pareció importarle mucho. Mientras, Watts tenía programadas unas 300 apariciones en actos al año, y se jactaba de firmar absolutamente todos los autógrafos que le pedían. «No hay trocito de papel demasiado pequeño, porque lo hay al otro lado es una persona. Es un privilegio que me pidan una firma».

Este tercer año, acabó siendo el mejor en lo personal para Watts. De hecho, fue el primer jugador que consiguió liderar la Liga en asistencias y robos en la misma temporada, en 1976, y con tan solo 24 años. Fue elegido en el 1er equipo defensivo, le dieron el NBA Citizenship Award y estuvo muy cerquita de ser All-Star. Volvieron a Playoffs, pero con un equipo más joven que el año anterior, perdieron en primera ronda ante Phoenix.

Al año siguiente, aunque su rendimiento se mantuvo, empezaron los problemas. Después de ir como segundo base en el Oeste en el recuento de votos para el All-Star, Norm van Lier acabó adelantándole por 4.200 votos, el margen más ajustado esa temporada, y los entrenadores prefirieron llevar a Phil Smith y Don Buse, que llegaba de la ABA con Indiana, por delante. Buse además, le quitó aún más protagonismo, repitiendo su gesta de liderar la NBA en robos y asistencias, y le relegó a la segunda posición en asistencias, y tercera en robos ese año.

El equipo iba destinado al 50% de las victorias y quedar fuera de Playoffs, lo que empezó a traer los primeros pitos y abucheos a Russell, y Watts no eligió el mejor momento para pedir un aumento de sueldo, después de que su contrato ya hubiese sido revisado hacía menos de dos años, en el verano del ’75. Pero dio otro paso más, y tras ser rechazado su intento de cobrar más, pidió el traspaso. Aunque se retractara rápidamente y prometiera jugar «con todo su corazón» en Seattle, ya había oído los primeros silbidos de una afición que hasta ahora había estado con él en todo momento.

El año siguiente, Russell, el hombre que le dio la oportunidad, aunque fuera por accidente, se fue. Y vino el hombre que le colocó, el primo de Russell, el entrenador de Xavier, el que estaba siendo entrenador asistente de los Sonics hasta ese momento, Bob Hopkins. Con su gran valedor y amigo al mando, viniendo de dos temporadas que le habían convertido en uno de los mejores bases de la Liga, la temporada prometía para Watts.

Pero por un lado, Lenny Wilkens, que volvió para convertirse en GM de la franquicia, y al cual el juego de Watts no convencía por alocado, ya tenía en mente su sustituto, Gus Williams, un base al que había firmado como agente libre. Además, Hopkins le quitó los galones, para hacer funcionar al equipo con Marvin Webster como point-forward, tratando de emular el éxito de Bill Walton en los Blazers y lo que consiguió fue que los Sonics empezaran la temporada 78-79 con un 5-17, los únicos 22 partidos que Bob Hopkins iba a entrenar en la NBA, y Watts jugó el peor baloncesto de su carrera. Hasta ese momento.

Al rescate llegaba Lenny Wilkens, que se nombró a sí mismo entrenador, y empezó sentando a Watts. Gracias a las 6 victorias seguidas con las que empezó su andadura en el banquillo, adquirió la suficiente autoridad para deshacerse de Slick, en el pulso que este le echó: o jugaba 30 minutos, o era traspasado. Wilkens, que lo estaba deseando, lo empaquetó a media temporada camino de New Orleans, para hacer pareja con Pete Maravich y Gail Goodrich a cambio de una futura elección de primera ronda. Los Sonics acabaron ese año llegando a las Finales, y en la temporada siguiente ganarían el primer y único anillo de la Historia de la franquicia, mientras Watts había jugado ya su último minuto en la NBA a los 27 años, sin que nadie lo supiera aún.

Pero no adelantemos acontecimientos. Watts pasó media temporada saliendo del banquillo detrás de dos miembros del Salón de la Fama como Pistol Pete y Goodrich tratando de aportar la velocidad y la defensa que lo caracterizaba. El equipo estaba 15-21 a su llegada, y pese a finalizar el año con un registro de 24-22, se quedaron fuera de los Playoffs y el tiempo de juego de Watts fue decayendo poco a poco, en un equipo que empezaba una reconstrucción en la que Slick no entraba.

Los Jazz lo traspasaron en septiembre por una primera ronda del Draft a Houston, que necesitaba un nuevo suplente para Calvin Murphy, ante la lesión del incumbente, Mike Newlin, en el training camp. Al final, lo de Newlin no fue para tanto, y solo se perdió 5 partidos, y Watts pasó a jugar menos de 20 minutos por partido por primera vez en su carrera, y Houston, que solo había garantizado el primero de los tres años de su contrato, decidió cortarle al final de la temporada. Y pese a tener 27 años tan solo, y haber liderado la Liga en pases hace 3, ningún equipo NBA volvió a llamar.

Tras un año sabático, Slick probó suerte en la mismísima Alaska, en los Anchorage Northern Knights de la CBA, donde duró solo una semana y un partido: lo que tardó en volverse a Seattle. Él echó la culpa a su entrenador, Bill Klucas, de no dejarle ser creativo. Klucas lo tenía bastante más claro: «No podría jugar en nuestra Liga. Y eso es difícil de aceptar para un veterano de la NBA.» Desde ahí, la última aparición de Watts con impacto en la NBA, antes de entrar en el circuito de apariciones como veterano, fue su recuerdo en el Draft de 1981, donde dos de las primeras elecciones de la primera ronda, la 5ª y la 13ª, habían sido en su día intercambiadas por Watts en sus pasos a New Orleans y Houston.

Empezó de golpe, acabó de golpe.

Después de superar una dura enfermedad, sarcoidosis, en 2001, Watts sigue con su vida, trabajando como profesor de educación física en la Franklin High School, en Seattle, a menos de 10 minutos del SoDo donde se construiría el nuevo pabellón de los Sonics. En su día, dio clase al mismísimo Jason Terry, que lleva su cinta en la cabeza inclinada en homenaje a Watts, uno de los héroes de su infancia. La semana pasada se dejó caer por las manifestaciones que piden en Seattle «Bring back the Sonics», y hasta subió al escenario, con cinta en la cabeza, y todo, por supuesto, a dirigir unas palabras a los aficionados que tanto lo admiraron.

Al igual que cuando recordábamos a World B. Free, que llegó a la Liga un par de años después que él, no podemos parar de preguntarnos lo diferente que hubiera sido la figura de Watts en nuestra época. Watts era espectacular, singular y lenguaraz. Era cercano a los fans, y con una imagen tan particular y exclusiva, hubiera tenido una mayor repercusión de haber jugado en la actualidad, aunque la fugacidad de su éxito tampoco ayudó.

Para entender el fenómeno Watts os proponemos el siguiente ejercicio: ver el siguiente partido, su segundo en los Jazz, con Hall of Famers como Maravich, Walton, Goodrich, o grandes jugadores como Hollins o Maurice Lucas o Truck Robinson y contar el número de veces que la mirada se os va a Watts. No tuvo una actuación particularmente buena en ese partido, y eso es precisamente lo que explica mucho mejor el magnetismo de la figura del pequeño Slick.

En 2005, Slick Watts recogió su historia en un libro, imprescindible si quieres conocer más sobre él. Lo puedes comprar aquí. Para conocer más de la historia (y el presente) de los Sonics, la referencia de SonicsCentral.com es tremendamente interesante.

PO Desde El Sofá (XXXV): The Finals, el previo

Llegamos al momento clave de la temporada, The Finals, donde Oklahoma City Thunder y Miami Heat se van a jugar en los próximos días quien se lleva el título de la NBA y el anillo. Aquí en la Crónica cada uno va con uno diferente…

Mario Maruenda – Miami Heat en 6

Hace casi dos años, en plena resaca de la Decisión con mayúsculas, hubiera sido impensable. Pero ahora, sí, con los dos finalistas que tenemos, quiero que Miami gane este título. No lloraré si gana Oklahoma, y también me encantaría ver a Durant y compañía con un anillo en la mano, pero creo que mucho tiempo y oportunidades tendrán, y ya es hora de que LeBron lo gane por un motivo: que nadie pueda seguir cuestionado su grandeza.

LeBron este año no ha sido polémico ni prepotente. Se ha visto que la ventaja que adquirió rodeándose de Wade y Bosh, repelente por abusona y simple, no era tanta en una NBA con plantillas que se han sabido completar y complementar mejor y entrenadores más curtidos que el suyo. Y ha tenido que aguantar lo que nadie en todos los pabellones a los que ha ido. Y ha tenido que leer de todo en una prensa caníbal que disfruta con un villano.

También me gustaría que Bosh pudiera ganar su anillo, y veteranos como Juwan Howard, Mike Miller o Shane Battier saboreen la gloria y puedan retirarse tranquilos (y pronto).

Pero todo gira en torno a LeBron. Él es la razón de que Miami esté aquí y suya será la victoria o derrota. Y aunque parezca de otra especie, es humano, como tú y como yo. Es posible incluso, que él sea más sensible que nosotros. Lleva 9 temporadas dándonos un nivel superlativo de baloncesto, y todavía no es suficiente, es motivo de mofa. Si tras 3 MVP’s, un anillo es lo que se necesita para dejar de oír el run-run, que venga pronto. Que venga ya.

David Chanzá – Oklahoma City Thunder en 5

Escribo esto con la camiseta de los Seattle Supersonics de la temporada rookie de Kevin Durant, verde y con el 35 a la espalda. OKC está ante su gran oportunidad, muy probablemente mucho antes de lo que ellos mismos pensaban.

Con un equipo lleno de talento comandado por un Kevin Durant que es un JUGÓN con todas las palabras y sí, así en mayúculas y con dos jugadores que serían franquicia en cualquiera de los otros equipos NBA como son Westbrook y la barba más famosa del mundo entero, James Harden.

Pero a parte de esto, tenemos dos jugadores interiores serios como es Serge ‘Ikea’ Ibaka y Kendrick Perkins con la más que eficiente aportación de otro Sonic como es Collison. Y luego está el factor Fisher, que alguna va a enchufar de esta de las suyas y que puede ganar su sexto anillo y antes que Kobe además… quién lo iba a decir…

Thunder puede empezar este año algo que si las lesiones lo permiten y el GM (y los jugadores) no se vuelve locos, puede hacer que esta franquicia robada de la lluviosa Seattle cree lo que los yankis llaman dinastía

PO Desde El Sofa (XXXIII): Llueve en Seattle

Oklahoma City Thunder acogió hace 4 temporadas a una de las franquicias más míticas de la NBA, los Seattle Supersonics, nadie imaginaba que después de 4 años, los Thunder pasaran de 23 victorias a una final de NBA

Anoche los Thunder hicieron valer los pronósticos que dicen que nadie ha ganado todavía en el Chesapeake Energy Arena en PO y se llevaron la victoria frente a los Spurs, pero el partido tuvo mucha historia… Spurs empezó a lo 2 primeros partidos, es decir, jugando el mejor basket visto en NBA desde los Suns de Nash y D’Antoni, con un Parker a nivel brutal y con Stephen Jackson metiendo todo lo metible más allá de la linea de 3, con todo esto SA llegó a tener un +18

Y todo siguió así hasta la última jugada del 2Q donde Durant se cascó un triple brutal… que bajaba la ventaja a 15 puntos, pero que hacía que OKC se fuera con otra cara al vestuario.

Esa cara se vio enseguida reflejada, Brooks dio otra vuelta de tuerca a la defensa y con un parcial de 11-2 se metieron totalmente en el partido. Esto se sumó a que Parker entró en el club Chuck Norris… y con su desaparición, Spurs desapareció. Solo los triples de Jackson y la casta de Duncan hacían a SA seguir en el partido, pero Thunder seguía a lo suyo con un Durant a nivel brutal y con un 3Q tremendo para OKC que consiguió remontar.

El final fue de nuevo para Harden, que metió su triple acabaconelpartido y con ello la eliminatoria para los de Scotty Brooks. Y con ello se acabó una de las series más tremendas que hemos visto en bastante tiempo que tuvo su guinda final en un brutal partido anoche (sin olvidarnos del 5o).

Dicen que en Seattle suele llover casi 3 cuartas partes del año… ayer seguro que llovió y mucho

La camiseta más fea

Recuerdo hace un 3 años cuando se crearon los Thunder, que esperaba ansioso el diseño de la nueva camiseta, el nombre daba para hacer algo espectacular, no se, un rayo lateral, algo delante… no se, algo… Pero los primeros avances de la camiseta auguraban un horror que todos esperábamos que no fuera cierto… pero sí.

Los Thunder habían decidido poner Oklahoma City en dos lineas en su camiseta azulona de los partidos fuera de casa y un simplón Thunder sobre fondo blanco en los de casa, creando así a camiseta más horrenda de toda la liga.

Cierto es que no son los 90, donde las camisetas tenían logos grandes y estaban en esa delgada linea que separa lo hortera y lo jugón, pero tampoco les hacía falta mirar muy atrás, simplemente ver de donde venían, simplemente ver la camiseta de los extintos Seattle Supersonics.

Los Sonics siempre se habían caracterizado por tener una de los equipajes más bonitos de la liga, con esa mezcla de amarillo y verde, y sobre todo con unos diseños siempre acorde con la época en la que se estaba jugando, con incluso su toque de los años 90, con ese Sonics en grande y la torre de Seattle de fondo.

El último equipaje de los Sonics, fue de lo más bonito visto en mucho tiempo con esa camiseta blanca con la franja verde y las letras de Sonics en casa y alternando los colores para los partidos de fuera, por eso esperaba más de los Thunder y por eso, una camiseta de los Sonics con el 35 de Durant, es una de las joyas más preciadas que puede tener cualquier amante de las camisetas de NBA.